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Vientos de guerra

Trump dice que protegerá a sus aliados y Maduro lanza toda clase de improperios contra Colombia, y chicanea con el armamentismo adquirido en Rusia por Chávez y adicionado por él.

27 de septiembre de 2018 Por: Beatriz López

Colombia está a merced de dos gobernantes que han demostrado no tener cordura: Donald Trump y Nicolás Maduro. El discurso del primero ante la plenaria de la 73 Asamblea General de la ONU y las incursiones de las Fuerzas Armadas venezolanas en la frontera colombiana, hacen pensar en vientos huracanados de guerra.

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El temor no es infundado. Desde la época de Chávez, el expresidente Santos obró con gran cautela para evitar que el dictador venezolano accionara los tanques de guerra, situados en la frontera para “defender” la Venezuela Bolivariana, “de la amenaza de las oligarquías de derecha colombianas”.

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Y, aunque el presidente Duque ha afirmado no tener ánimos belicistas, algunos personajes de su círculo de gobierno parecen actuar a sus espaldas, como el embajador en Washington, Francisco Santos, y el ministro de Defensa, Guillermo Botero, que piensa invertir dos billones de pesos en misiles tierra-aire para defender nuestra frontera.

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El aire de sumisión de Duque ante Trump esta semana en la Casa Blanca hace suponer que Colombia se encuentra en la disyuntiva de entrar en ese juego del belicismo gringo-venezolano o atajar la estampida de las multitudes que migran de ese país al nuestro.

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Trump dice que protegerá a sus aliados y Maduro lanza toda clase de improperios contra Colombia, y chicanea con el armamentismo adquirido en Rusia por Chávez y adicionado por él. No hay que olvidar sus estrechas relaciones con China y Rusia, que repito, auguran vientos de guerra. ¡Dios nos proteja!

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In memoriam: además del profundo dolor por la muerte de mi hermana Ruth, tengo sentimientos encontrados de rabia, indignación e impotencia con el sistema de salud colombiano.

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Las EPS expiden con una lentitud exasperante las órdenes; el programa Home Care presta a medias los servicios que llegan cuando el paciente ha fallecido; clínicas como la Farallones están a punto de colapsar por la recepción cada vez mayor de pacientes en urgencias, donde son atendidos en los pasillos, en medio de gritos y quejas de enfermos y familiares. Resulta un espectáculo dantesco.

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El caso de mi hermana reposa en la Secretaría de Salud, por tanto, no se puede comparar un asunto individual con los paseos de la muerte, la negligencia de médicos y enfermeras, la truhanería de los porteros y las bacterias hospitalarias. Sin embargo, cuando un periodista vive en carne propia las falencias del sistema de salud, entiende su dimensión.

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P.D.: Gracias a tantas personas cercanas por su solidaridad y afecto.