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Santurbán

El mandatario anunció pletórico desde Abu Dabi que Minesa invertirá US$1.000 millones en 2021, para oradar las entrañas del Páramo y envenenar las aguas de 48 municipios.

24 de noviembre de 2017 Por: Beatriz López

Mientras en el Congreso estaba a punto de hundirse la columna vertebral del Acuerdo de Paz, y la JEP era convertida en colcha de retazos por una extraña coalición entre fuerzas de derecha y Roy Barrera de la U, Santos recibía una donación de los Emiratos Árabes para el posconflicto por US$45 millones y en contraprestación le daba vía libre al proyecto minero de Soto Norte, cercano al páramo Santurbán, por fuera del área delimitada, para explotar el más grande ecosistema del país.

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El mandatario anunció pletórico desde Abu Dabi que Minesa invertirá US$1.000 millones en 2021, para oradar las entrañas del Páramo y envenenar las aguas de 48 municipios. El contrato sería por 20 años, donde se extraerían 11 millones de toneladas del metal. Un reciente informe de la World Wild Fund dice que de los 85 grandes ecosistemas colombianos, 20 se encuentran en estado crítico (25%) y 17 en peligro (21%).

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Santurbán tiene una superficie de 142.610 hectáreas, entre 2.900 y 4.900 de altura y 40 lagunas. Dos millones de habitantes de Santander beben el agua de ese coloso de la Cordillera Central conectado con los páramos del Almorzadero, Cocuy, Pisba y Tota-Majagual-Mamapacha. Y no solo los gringos y los canadienses y ahora los árabes le han medido al ojo: desde la Conquista los españoles también llegaron allí en busca de El Dorado, y se fascinaron con ese sitio lleno de niebla, frailejones, lagunas… y oro.

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En las manos del ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, está parar las protestas no solo de los habitantes de Santander sino bajar de la nube al presidente Santos y a los jeques de Arabia, en defensa del más grande patrimonio ecológico de Colombia y de la humanidad.

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Conciliación:
A mi admirado alcalde Armitage, que ha defendido la viabilidad del MÍO contra viento y marea y con lágrimas de rabia y coraje, la adecuación del Jarillón y que fue capaz de echar para atrás el arboricidio para dar acceso libre al Salsódromo, le pido que trate de conciliar en el pleito que hoy tiene el Municipio con el grupo Jero de la Sagrada Familia.

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He escuchado las dos partes. Así lo hizo este diario, al publicar ambas versiones. Conocí la posición de las funcionarias de Planeación y de la Secretaria de Cultura, que tienen unas bien sustentadas razones para suspender la obra, pero oí también a la arquitecta Fabiola Aguirre y a su hijo Jerónimo, a quienes la suspensión de la obra les ha producido un descalabro financiero, por el pánico económico que tal medida les acarreó. Así mismo le pido al brillante jurista Hernando Morales, que los asesora, entrar en el aro de la conciliación.

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Y así como firmaron un acuerdo con el Aristi, les ruego una vez más que concilien. Recuerden que es mejor un mal arreglo que un buen pleito. Así salvamos este patrimonio de la ciudad, para no repetir la destrucción de íconos como el Alférez Real y el Batallón Pichincha, y lo que acaba de suceder con el edificio de El Molino en la 24, que hace algunas noches fue devorado por las llamas después de salir indemne de la explosión del 9 de agosto de 1943.

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Que canten los niños:
la semana pasada en Comfandi se presentaron los niños del Instituto Tobías Emanuel durante una velada que nos llenó de emoción hasta las lágrimas. Pequeños y adultos con discapacidades múltiples de pronto descendían de las sillas, para interpretar danzas y bailes autóctonos. Después entonaban canciones con voces perfectas como las de Sandra Giraldo, Julián Guerrero y Yulián J. Quiñónez, bajo la dirección de Javier Gómez. Ojalá que Leonor Salazar, presidenta de la Junta Directiva, y Stella Rubiano, directora ejecutiva de esa institución, repitan esa mágica velada.