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Mujeres en el gobierno

Por ahora, dejemos a Duque tranquilo. Mejor tomémosle el pulso a las mujeres que lo acompañan en la Casa de Nariño

4 de junio de 2020 Por: Beatriz López

Este coronavirus que paralizó al mundo, avasalló a pobres y ricos y puso en evidencia la fragilidad de regímenes de izquierda y derecha, como los de Putin, Trump, Bolsonaro, Maduro y demás trogloditas. No quiero referirme a ellos, ni a las curvas de contagios, fallecimientos o algoritmos. La saturación está llegando al límite en medio de un confinamiento que crece, a medida que se expande la sicosis del miedo.

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Por ahora, dejemos a Duque tranquilo. La historia dirá si fue capaz de deslindarse del presidente eterno y sus corifeos, y sacó adelante el país. Mejor tomémosle el pulso a las mujeres que lo acompañan en la Casa de Nariño: una vice, 9 ministras y 6 consejeras.

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Veamos a la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, excandidata presidencial. El currículum como profesional no tiene discusión y su paso por el Ministerio de Defensa la posicionó como mujer capaz y eficiente. Pero no le ha ido bien como vice. Al inicio le asignaron trabajos secundarios, dejándola medio arrinconada. Al poco tiempo pareció reaccionar, dando declaraciones a diestra y siniestra, pero su verborrea le jugó malas pasadas. Dijo frases en el lugar equivocado, como el de la inutilidad de los sicólogos y la crítica a los atenidos. Las redes la victimizan a diario.

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La ministra de Relaciones Exteriores, Claudia Blum, que en buena hora reemplazó a Holmes Trujillo, no tuvo un buen comienzo por el apoyo irrestricto al paquetazo de Guaidó, el presunto presidente alterno de Venezuela. Pero en los últimos días, a raíz de la pandemia, ha realizado una buena gestión con la repatriación de colombianos residentes en el exterior.

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Por el contrario, a la ministra del Interior, Alicia Arango, que no es nada diplomática y fue jefe de debate de la campaña de Duque, no le va bien. Es el brazo armado del gobierno. Sus actitudes contestatarias son caricaturizadas en las redes. Defiende a capa y espada los decretos polémicos, como el nombramiento del hijo de Jorge 40 en el manejo de las víctimas. Tampoco lo hizo bien como ministra del Trabajo por sus expresiones fuera de contexto.

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Pero quizás Margarita Cabello, la mujer que restablecería la dignidad de la Justicia mancillada por el Cartel de la Toga y las actuaciones non sanctas de los últimos fiscales, no ha sido así. Su trayectoria de jurista, académica y expresidenta de la Corte de Suprema de Justicia en nada coincide con su actitud laxa en casos de trascendencia nacional, como el de la JEP y la Ñeñe-política. El hacinamiento en las cárceles no fue resuelto por ella con la debida premura y su desenlace está a la orden del día, por el contagio masivo del Covid en las cárceles de la Ternera en Cartagena y en la de Villavicencio.

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Ángela María Orozco, la actual Mintransporte, quien en septiembre del 2019 fue citada al Congreso a un debate sobre el cuestionado acuerdo entre el grupo Aval y Odebrecht, y durante el cual Robledo exigía su renuncia, se defendió con argumentos, serena y sin aspavientos. Hoy, fuera de cámaras, realiza una excelente labor en Transporte hasta el punto de ser la ministra estrella del gabinete. Nadie discute su capacidad pedagógica.

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Y, hablando de pedagogía, imposible no mencionar a Claudia López, la alcaldesa de Bogotá, que aunque no hace parte del gabinete ministerial, se ha convertido en la piedra en el zapato de Duque. Maneja varios hándicap, que la hacen vulnerable en un país machista y homofóbico como el nuestro: es mujer, lesbiana y no pertenece a las élites. Tiene carácter, no transige en sus principios y llegó a ese cargo por su lucha contra la corrupción. Le tocó la pandemia y lo ha hecho bien. Aunque a veces se descacha un tanto. Tiene mejor ranking que el Presidente y eso no se lo perdonan. El fiscal Barbosa la aventó a la Corte “por desacato en el protocolo de la cuarentena”, cuando la pillaron en un supermercado con su pareja.

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Por falta de espacio, imposible calificar al resto de ministras y a las seis consejeras con títulos tan rimbombantes como el de Margarita R. Hernández, directora Ejecutiva de la Consejería Presidencial para la Estabilización y la Consolidación. (¿?)