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Los dos Franciscos

Quisiera hacer un paralelo entre el papa Francisco y el padre Francisco de Roux, líderes espirituales lúcidos, nacidos en América Latina.

18 de junio de 2020 Por: Beatriz López

Quisiera hacer un paralelo entre el papa Francisco y el padre Francisco de Roux, líderes espirituales lúcidos, nacidos en América Latina y no en la Europa de castillos medievales, la Rusia de antiguos zares y de Putin, o la China, el dragón poderoso de este siglo. Ambos, desde sus posiciones, son los Gandhi de hoy.

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Bergoglio, nacido en la Argentina del tango, el mate y el fútbol, que vivió la época de la dictadura militar, donde las madres de la Plaza de Mayo aún lloran a sus hijos desaparecidos, arrojados al mar o torturados, mientras les arrebataban sus bebés para darlos en adopción. Hoy afronta la oposición de las castas herederas del fastuoso legado de la Curia romana, inmersa en actos de corrupción en el manejo del banco ambrosiano y el silencio cómplice ante los casos de pederastia. Es el Papa innovador, que ha roto esquemas de hipocresía del Vaticano y es rechazado por los cambios que propone, más acordes con los tiempos actuales.

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El otro Francisco, el jesuita nacido en Cali, hombre de Dios con los pies en la tierra, mente abierta y comprometido con los sectores vulnerables del país, que no carga agua en la boca para decir las verdades, sin caer en el lenguaje de odio de la izquierda y la derecha, ha vivido como nadie el dolor de esta nación, sumida en un conflicto que no termina, a pesar del Acuerdo de Paz firmado con las Farc.

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Tal Acuerdo se ha convertido en un amasijo de ambigüedades, donde los culpables somos todos: el Gobierno actual, Farc, Santos, Fuerzas Militares, disidentes, Eln, narcotráfico, prensa, todos, por la “incapacidad para indignarnos con la sangre derramada de los líderes sociales, de los falsos positivos y el asesinato de las etnias indígenas del Cauca y afro de Chocó y B/ventura”, dijo esta semana en el Centro de Fe y Culturas, como presidente de la Comisión de la Verdad y la Paz. Para ambientar sus palabras, se apoyó en el Génesis de la Biblia, cuando Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No lo sé. ¿Soy acaso guardia de mi hermano? Después de citar los nombres de cada líder asesinadosdurante la pandemia (124), y este año desde enero (120), dijo: “Si pedimos un minuto de silencio por cada uno, tendríamos que estar callados 86 horas y si lo hacemos por las 5008 víctimas, por 15 años”.

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Así como el Papa vivió las atrocidades de la dictadura, nuestro Francisco ha visto de frente la violencia en el país y hoy, en la Comisión de la Verdad, escucha las denuncias sobre masacres guerrilleras, falsos positivos del Ejército, mutilaciones en manos de paras, violaciones, el asesinato en Cali de monseñor Duarte Cancino y del padre Tiberio en Trujillo. Al final de su discurso, no le tembló la voz para preguntar: ¿Por qué el gobierno de Santos y después el de Duque, no ocuparon los sitios que dejaron las Farc, dejando solas a las comunidades? ¿Por qué se paralizó el diálogo con el Eln? Estuvo bien la parálisis cuando el atentado en la Escuela de Guerra, pero después pudo continuarse con el diálogo. Y cuestionó: ¿Por qué el gobierno insiste en cerrar el diálogo con Venezuela? ¿Por qué no se averigua quiénes están detrás de los asesinatos de los líderes sociales? ¿Por qué las comunidades del Cauca y los obispos de Buenaventura dicen que el Gobierno sabe quiénes están detrás de las retroexcavadoras que saquean las minas?

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Acepta que Duque ha manejado bien la pandemia y su defensa de la propiedad y la seguridad de la riqueza, pero no así con la seguridad de los indígenas del Cauca y los negros del Pacífico. Reitera la incapacidad de los colombianos para indignarnos. ¿Por qué nosotros no nos indignamos con la muerte de nuestros hermanos?