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La toma del CAM

La escena era irreal. El CAM, donde el primer mandatario de la ciudad ejerce sus funciones, había sido invadido por centenares de gentes que yacían sobre el césped o durmiendo bajo carpas.

21 de mayo de 2020 Por: Beatriz López

La escena era irreal. El CAM, donde el primer mandatario de la ciudad ejerce sus funciones, había sido invadido por centenares de gentes que yacían sobre el césped o durmiendo bajo carpas. En la parte de atrás de las torres de la Alcaldía y de Emcali, las puertas de algunas oficinas, estaban taponadas con colchones, mantas y ropas tendidas.

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Más de 500 venezolanos pernoctaron allí por 15 días. El sitio se convirtió en una bomba de tiempo para las autoridades, pues los atracos en la noche y los robos en residencias y oficinas, cercanas al CAM, fueron constantes.

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En plena pandemia, mientras el 80% de la población permanecía en cuarentena, los venezolanos sitiaron con sus pertenencias el frente de la Ermita, el parque Bolívar y el CAM, sin mascarillas, ni ningún elemento de protección.

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Por asociación de ideas, recordé la violenta toma de la torre de Emcali, liderada por Sintraemcali, en mayo del 2004. Algo tan traumático dejó profundas heridas, que aún subsisten, por el manejo errático de la Superintendente Nacional de Servicios y el Alcalde de entonces, Apolinar Salcedo.

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A raíz de la intervención de Emcali, el gerente Carlos Alfonso Potes, había sido destituido (¿injustamente?) por el gobierno de Uribe. La torre fue objeto de destrozos y desaparición de equipos y archivos. Fueron destituidos seis directivos del sindicato y 45 afiliados. En octubre del 2011 el Juzgado II Penal del Circuito ordenó su reintegro, lo cual creció el déficit de una empresa que fue líder nacional y, hoy debe pagar los intereses del oprobioso préstamo estatal, que la tiene postrada.

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Pero regresemos a la toma de los venezolanos al CAM. Nadie discute que a Ospina, le tocó bailar con la más fea. La oleada de migrantes que huyen del Covid-19 desde Ecuador, Brasil, Nariño y Cauca, buscan escampar en Cali. La idea del alcalde de repatriarlos, no tuvo eco en el Gobierno. Así que la Alcaldía asumió los gastos del transporte de los venecos hasta la frontera.

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¿Por qué Ospina permitió la invasión de 500 migrantes alrededor de su sede y, otros 200 en el parque de las Banderas? Quizás por estrategia, ¿para presionar al alto gobierno? O, ¿le faltó autoridad? El asunto tenía tintes de indisciplina social y de contaminación. Ha debido exigir su retiro.

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Otra duda, y no voy a esgrimir la eterna cantinela de que los paisas manejan mejor las cosas que nosotros. En Medellín han controlado las cifras del Covid-19, mientras en Cali el aumento es exponencial. Parece que el tamizaje al inicio de la pandemia fue lo que aplanó la curva. ¿Ospina, es médico, por qué no hizo lo mismo?

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A pesar de esos baches, el Alcalde no ha bajado la guardia en el manejo diario del virus. Lo hemos visto regañando a los habitantes díscolos, cerrando moteles y sitios de rumba como la vergonzosa bacanal gay y en la fumigación de la plaza Santa Helena.

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Difícil exigir disciplina en una ciudad donde por años se han asentado las corrientes migratorias de la Costa Pacífica y el sur colombiano, cuyas culturas y etnias se han fundido con el espíritu alegre y rumbero del caleño. No es lo mismo la sociedad paisa, que es más cerrada y homogénea.