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Una lección de pudor

En esta sociedad frívola, intrascendente, amarillista en la que el dolor y...

6 de mayo de 2014 Por: Aura Lucía Mera

En esta sociedad frívola, intrascendente, amarillista en la que el dolor y la tragedia se convierten en ‘chivas’ para los medios de comunicación, hablados, escritos y visuales y no existe ningún respeto hacia deudos ni víctimas -cuántas veces no hemos presenciado en la televisión, como los periodistas de turno prácticamente le incrustan el micrófono en la boca al herido para preguntarle sin ninguna vergüenza “cómo se siente y qué le pasó”-, y los periódicos ‘populares’ para aumentar sus ventas siempre sacan un cadáver en primera página, amén de las crónicas detalladas de desmembramientos, ajustes de cuentas, etc.En esta sociedad caníbal que se alimenta con fruición de cadáveres y sangre la familia nuclear de Gabriel García Márquez, me refiero a su señora, sus hijos, nueras y nietos, nos ha dado una lección de pudor que ojalá la aprendamos.En vano, periodistas, lagartos, ‘gabómanos’, amigos, ‘íntimos’, fotógrafos, enviados especiales, paparazzi, trataron de cruzar la puerta de la Calle Fuego para adentrarse como buitres en la intimidad del dolor y el duelo.Los vallenatos y sus acordeones se tuvieron que conformar con hacer sonar sus acordeones en la iglesia y las mariposas amarillas volaron fuera del recinto familiar.Mercedes Barcha y su familia de pie, acompañando los restos del escritor, marcaron una pauta de dignidad, sobriedad y respeto sin dejarse manosear por la multitud, ni los selfies, ni las preguntas. Nos recordaron, en silencio, que el dolor es algo íntimo que no se puede convertir en un espectáculo social. Que sobran las palmadas en la espalda, que dejan moretones en la espalda y vulneran costillas.La Calle Fuego se abrió el día del cumpleaños del Nobel, donde apareció vestido de azul profundo con una rosa amarilla en la solapa y nos regaló una sonrisa casi infantil, una mirada tierna y un adiós con esa mano de dedos largos que fueron los que convirtieron en palabras toda esa magia de su creación. Esa es la imagen que nos queda. De resto la puerta de madera se cerró para siempre como en Las Acacias para defender a su familia de invasores bárbaros.Siempre he sentido que las visitas de pésame sobran. Que los entierros deben ser íntimos y no convertirse casi en un picnic en el que los asistentes caminan sobre tumbas y conversan sobre los últimos acontecimientos mientras al ser querido lo bajan a la tierra o lo avientan al horno cerrando la puerta de hierro con un sonido seco y desalmado.Asimismo los nacimientos, mamás y bebés deberían ser respetados en la intimidad de sus primeras semanas. Las visitas de partos deberían prohibirse. Además de bacterias, quitarle el aire al bebé y obligar a sonreír a la madre que apenas se repone del dolor y del susto, las flores que llenan la habitación huelen a raro y uno no sabe muy bien si está asistiendo a un nacimiento o a un funeral.Siempre conservaré en mi mente a la Familia García Márquez-Barcha. Su dignidad ante ese dolor tan grande nos legó una lección de pundonor.***PD. Gran ‘descubrimiento’ que la mina de Santander de Quilichao era de la mafia. Por favor, ¿es que seguimos creyendo que vivimos en Alicia en el país de las maravillas? ¿Cuándo vamos a aterrizar?

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