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Tobías Emanuel

Tim Loweb llegó a Cali a mediados de los 60. Lo enviaba...

22 de noviembre de 2011 Por: Aura Lucía Mera

Tim Loweb llegó a Cali a mediados de los 60. Lo enviaba la Fundación Rockefeller en un convenio con la Universidad del Valle. Casado, una mujer muy linda, ambos con aspecto hippie, Tim ocultaba con su apariencia ser uno de los herederos de la Rockefeller. Científico. Cara de profesor despistado. Flaco y desaliñado. Llevaban una tragedia que no habían podido superar. Su único hijo, Tobías Emanuel, había nacido con un daño cerebral irreparable. Murió en Cali con dos añitos. Tim y su señora nunca fueron capaces de enterrarlo. Su figurita angelical, rizos rubios, permanecía siempre con ellos en una urna de cristal, en la casa.Por ese entonces Ofelia de Romero iniciaba, en su casa, labores pedagógicas con un grupo de niños especiales. Eran niños estaban totalmente marginados. Sus mismas familias se resistían a llevarlos a cualquier lugar público. El retardo mental era considerado un estigma. No recuerdo bien cómo nos contactamos. Quedé enamorada de su labor. Ella, Hilda Lourido de Caicedo y otras mamás se dedicaban a cuidar con pasión y sabiduría estos niños y niñas.Conocimos a Tim y su tragedia. Él nos ofreció donar el dinero para construir un Instituto para niños especiales. La única condición era que se le pusiera el nombre de su hijo Tobías. Varias fueron las reuniones en la casa de los Loweb, sentados en la sala, alrededor de la urna de cristal, donde Tobías reposaba, vestido de blanco con, las manitos muy juntas y sus rizos dorados enmarcándole su carita de marfil. Nos olvidábamos de que era un niño muerto. Mas parecía un ángel que nos ayudaría en esta empresa, casi utópica: que Cali tuviera un Instituto modelo en América Latina para niños con problemas de retardo, parálisis cerebral, mongolismo, autismo y todas las diferentes gamas de esta problemática que impide que seres que empiezan a vivir puedan desarrollar todas sus capacidades.Hilda Lourido, Álvaro H. Caicedo, Ofelia, el doctor Pelayo Correa, se convirtieron en los motores del proyecto. Se construyó la sede. Tim y su señora adoptaron varios niños especiales. Luego viajaron a su país natal. No sé si todavía viven. Pero su obra quedó como un estandarte para Colombia.Han pasado muchos años. El timonel lo lleva ahora Leonor Salazar, una mujer bandera en todo lo que se propone. Una mujer del Cali de verdad del Matriarcali que marca parámetros en esta ciudad. Leonor, ya jubilada, se enamoró del Tobías Emanuel. Pero se enamoró para convertirlo en un Instituto que trabaja para que todos los niños, más de cien, entre externos e internos, puedan reintegrarse plenamente a la sociedad y a la vida. Trascender la discapacidad y reconocer el potencial, las oportunidades y las opciones de cada uno de ellos.La semana pasada asistí al desayuno que ofreció Leonor en el Instituto. El retrato al óleo de Tobías Emanuel, con sus enormes ojos azules y su cabello de oro preside la entrada. Recorrí las instalaciones. La primera casa donde viven autónomamente 20 adolescentes, impecable. Llevan una vida perfectamente normal.Aprenden oficios de joyería, panadería, jardinería. Se integran a la sociedad. Ya no son los niños marginados, condenados de antemano. La meta es tener más casas. Ya están negociándolas. No más internados ni aislamientos. Hasta el más frágil y vulnerable es respetado en sus derechos y merecedor de desarrollarse al máximo. Leonor. Lograste la utopía. Dios te bendiga. Hilda. Tu sueño se hizo realidad. Tobías Emanuel. Tim. Gracias por este legado de amor, que se convirtió en faro de luz.

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