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Regreso a casa

Siempre se me enfría algo por dentro y me vuelan mariposas en el ombligo cuando estoy a punto de abordar algún ave de estas metálicas y perfectas.

8 de octubre de 2018 Por: Aura Lucía Mera

Las minicrónicas del viaje se cierran hoy. Ya estoy sentada en una de las salas de Barajas con cara de avión.

Así me encante viajar, reconozco que tengo alma de gitana y ya me controlo y no muerdo pilotos ni me tienen que amarrar para que no abra la puerta del avión en pleno vuelo. Siempre se me enfría algo por dentro y me vuelan mariposas en el ombligo cuando estoy a punto de abordar algún ave de estas metálicas y perfectas, y llego casi a la asfixia cuando camino lentamente con la maleta de mano arrastrada en el túnel del no-regreso.

Ya una vez cerrada la puerta, amarrada en la silla, trato de integrarme con el entorno, cierro los ojos también y trato de no abrirlos sino en momentos puntuales: comida o ir al closet-lavabo que siempre se mueve en el momento menos oportuno.

Muchas veces pongo en la pantalla una película en silencio absoluto y los audífonos a todo volumen con Pavarotti a pleno pulmón para así desconectarme del todo, hasta que ya aterrizando insisto en ver el recorrido en digital para seguir el vuelo minuto a minuto como si yo fuera el piloto. Así es.

Antes de montarme en el aparato, quiero felicitar a Diego Martínez Lloreda por el alto reconocimiento que se le ha hecho por su labor periodística. Rara vez se conoce un ser tan apasionado por su oficio. No solamente lo lleva en los genes sino en su corazón. Creo que en vez de glóbulos blancos o rojos, por sus venas circulan letras mayúsculas y minúsculas, y no solo lo mantienen vivo y alegre sino informado.

Además, en Diego admiro su rectitud. La coherencia que tiene con sus ideas, así no las comparta. Es insobornable y nunca se vende al mejor postor, como tantos otros ‘colegas’ que no pierden oportunidad de barrer pa’dentro o congraciarse con el político o gamonal de turno, o se callan la boca, cómplices, por temor.

Diego. Rayita, como lo llamo cariñosamente, por ese mechón blanco en la cabeza. Lo recuerdo cuando era un bebé y con sus primas hermanas y mi hermana menor lo metíamos en un balde para lavarlo con manguera en la casa de sus abuelos Gustavo y Tila. Ya no lo meto en el balde sino que lo aplaudo en el podio. ¡Estoy feliz con su premio! ¡Rodrigo, mi exmarido, jamás se equivocó cuando le puso el ojo periodístico encima!

También felicito a María Fernanda Penilla. Leí su reportaje del domingo. Berraca. Valiente. Honesta. Así es Mafer. Así se denuncia el machismo ordinario, el salvajismo de muchos hombres que solamente tienen puños, patadas e insultos cuando la mujer que tienen a su lado los supera en inteligencia y cultura.

Cali sigue produciendo generaciones de ‘orden del bramadero’, como calificaba Alfonso Bonilla Aragón a muchos de sus paisanos que solo sabían de ganado, tierra, negocios, echaban barriga y jamás habían leído un libro. No sé si el ‘machote’ que le pegó a María Fernanda pertenece a esta casta. Porque si tiene algo de cultura, todavía tiene menos justificación.

Adelante Mafer. Eres líder, inteligente, culta, graciosa y tienes el futuro a tus pies. Sigue denunciando, apoyando a mujeres que también son víctimas de machos cabríos. Cuenta con el apoyo incondicional de todos los que te queremos y conocemos. No más maltrato a la mujer en Colombia. A denunciar y no dejarse acobardar.

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P.D.: ¡El ombligo me avisa que ya es hora de subir al avión!

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