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La cultura y el Valle

Desde que se terminó el reinado de Gloria Zea en el Instituto...

10 de agosto de 2010 Por: Aura Lucía Mera

Desde que se terminó el reinado de Gloria Zea en el Instituto Colombiano de Cultura (léase Colcultura), desde hace unos años elevado a categoría de Ministerio, este cargo, siempre escaso de presupuesto y considerado por muchos como premio de consolación, ha sido ocupado en cuatro ocasiones por mujeres vallecaucanas. Por algo Cali ostentó durante años el título de ‘Capital Cultural de Colombia’, título que se fue volatilizando como la arena desparramada por vientos huracanados y actualmente seamos capital de la salsa, de traquetos, de los huecos, de la inseguridad y de la politiquería. Ese es otro cantar que puede cambiar de ritmo y tonada, con el nombramiento de Mariana Garcés como ministra de Cultura.Me correspondió, y perdón por la alusión personal, reemplazar a Gloria Zea, durante el gobierno de Belisario Betancur. Momentos de difícil transición, pues se trataba de desmontar un reinado de años, en los que subdirecciones como Bellas Artes y Patrimonio Cultural se habían convertido en cuasi clubes privados de la antigua directora, quien manejaba a su antojo, sin rendir cuentas. Recuerdo el mandato de Betancur: “Merita, acabe con la Gloricultura. La cultura es para la guacherna. Hay que sacarla de los clubes”. Se hizo lo que se pudo. Tuve la oportunidad de organizar el recibimiento del Nobel en Estocolmo. De inventarnos el realismo mágico, con un equipo sensacional. Posteriormente llegó a la dirección Amparo Sinisterra, caleñísima, enamorada de la música, del ballet y de todas las manifestaciones culturales. Destaco su pasión por el trabajo y su tenacidad en conseguir lo que se propone. Años después el cargo lo ocupó Liliana Bonilla Otoya, con logros muy importantes en cuanto a Patrimonio Nacional. Y la cuarta vallecaucana Mariana Garcés.No dudo que hará una gran labor. Sus raíces están sembradas en la cultura. Sus ancestros enarbolaron la educación y el refinamiento como premisas de vida. Mariana tiene experiencia. Estuvo en el equipo de Amparo Sinisterra, en Telepacífico, con las riendas de Proartes. Es una mujer, en lo poco que la conozco, de criterio y voluntad firme. No se dejará llevar por las corrientes del populismo y la demagogia cultural. Estoy segura de que comprende que estar a cargo de un Ministerio tan complejo e intangible es quijotesco. Porque la cultura va mas allá de las manifestaciones populares y del folclor. Va mucho mas allá de apoyar egos literarios, musicales y artesanales. La Cultura en Colombia es todo. Desde el aire diverso que se respira en cada región, como lo que se come, se aprende, se sueña, lo que nos rodea y casi no se ve. Es el nudo gordiano de nuestras manifestaciones como ciudadanos. La Cultura, y es un reto, es buscar, y lograr, nuestra propia, perdida y difusa identidad.La Cultura va de la mano de la agricultura, del ambiente, de la educación, de la vivienda, va de la mano de todas las otras ramas. Si la dejan aislada, o marginada a cuotas etnias para lavarse las manos y aplaudir manifestaciones folclóricas, seguiremos siendo un país rezagado, en el que aplaudimos espectáculos, pero se nos olvida escarbar las raíces de quiénes somos, qué queremos, qué nos pasa y qué deseamos manifestar. La Cultura con mayúscula es la que puede ayudar a cerrar la brecha tan salvaje que nos divide ahora a los colombianos.A Mariana mucha suerte. Le toca un potro de intrigas y maturrangas. Tiene la garra. Si desea sacar adelante proyectos, tiene que luchar con independencia, a brazo partido, contra los que quieren, a nombre de la cultura, manipular.P.D. Al fin una cara ‘conocida’ como decían los abuelos, en la Gobernación del Valle. Suerte. Tiene poco tiempo, pero en las tempestades más bravas se prueba la capacidad de los timoneles. A ver si le empezamos a cambiar la cara al Valle. A ver si se amarra los machos, y barre los pines, las tuercas, los óxidos, las ratoneras del Palacio Departamental. A ver si se acaban las visitas a las cárceles y se empieza una limpieza a fondo y de verdad. No lo envidio pero le deseo lo mejor.

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