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Cartagena. Plaza de San Diego. El lujoso Hotel Santa Clara, antiguo hospital,...

31 de enero de 2017 Por: Aura Lucía Mera

Cartagena. Plaza de San Diego. El lujoso Hotel Santa Clara, antiguo hospital, a un costado y la Unibac, centro docente, colindan con el penal de mujeres de San Diego.Cárcel distrital donde conviven ciento setenta mujeres, la mayoría de ellas jóvenes, condenadas por microtráfico de estupefacientes, extorsión, haber militado en las autodefensas cuando estas empezaron y eran auspiciadas por “los terratenientes buenos” para defenderse de “los hombres malos”.Gracias a Johanna Bahamón y su Fundación, estas reclusas han logrado recuperar su dignidad, sus ilusiones y tener un proyecto de vida. La mayoría de ellas son madres cabezas de hogar, de muy escasos recursos económicos, golpeadas desde la infancia por el maltrato, la falta de oportunidades y la inequidad.A comienzos de diciembre, el restaurante El Interno abrió sus puertas al público. Las chefs y ayudantes de cocina tuvieron clases donde Harry Sasson y otros prestigiosos restaurantes de Cartagena les enseñaron sus recetas. Resultado: uno de los lugares más acogedores y exquisitos para comer en el Corralito de Piedra.La puerta de entrada está pintada de rosado fuerte. Al entrar un corredor, largo y ancho donde se sitúan las mesas de diseño en madera. Las paredes adornadas con dibujos de hojas y flores llenas de colorido. Enredaderas de buganvilias reales envuelven algunas columnas. Los cojines y respaldares también coloridos, predominando el rosado el verde y el fucsia.Nos reciben jóvenes con una especie de turbante fucsia y camisetas negras con un diseño bellísimo y el logo de El Interno: una llave que ya significa la esperanza de libertad. El menú ofrece entrada, un plato fuerte y postre, más botella de vino para los que deseen, además de jugos naturales de corozo, guayaba y mango. Después, el postre. La música alegre acompaña el condumio.También se encuentran sus artesanías. Mochilas tejidas, punto por punto, que si pudieran hablarnos nos contarían de muchos dolores, injusticias y tristezas. Quisiera preguntarle a cada puntada qué historia lleva.Me hace pensar los contrastes y la inequidad que reinan para condenar y encerrar varios años a mujeres sencillas y elementales, mientras los verdaderos corruptos que son los de cuello blanco viven como reyes, con toda suerte de privilegios, entre ellos el de poder costear abogados que cobran millones y enredan, dilatan juicios. Estas mujeres no tienen esa posibilidad. Si acaso un abogado de oficio que dilata todo pero para cobrarles más mientras ellas quedan atrapadas en este círculo infernal.El restaurante y las artesanías les permiten mejorar sus condiciones de vida. Ya se han comprado varios camarotes y muchas no tienen que dormir en colchonetas viejas hacinadas en el suelo. Una incipiente biblioteca les abre nuevos horizontes, mientras la huerta las ocupa.Salgo con el corazón arrugado por la porquería del sistema judicial de este país. Los pobres hacinados y olvidados. Los poderosos ocupan páginas de periódicos y muchas veces salen indemnes. Las sonrisas, la esperanza y la amabilidad de estas jóvenes me llegan al alma.Gracias Johanna Bahamón por existir. Por haber puesto pasión y entrega para regalarles a estas mujeres otra oportunidad sobre la tierra y devolverles la sonrisa y la esperanza.Una experiencia humana y gastronómica inolvidable. Cuando regrese a Cartagena visitaré todas las instalaciones. Por el momento, algunos libros del Hay Festival ya están en los estantes de la biblioteca. Soy una convencida de la recuperación a través de la palabra hablada o escrita.¿No podremos hacer lo mismo en los penales de Cali y el Valle? Sí creo. ¿Por qué No?

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