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De velitas y papas

Las velitas ya no me importan. Además llenan los hospitales de niños quemados. Ojalá se conviertan en símbolo de paz, de verdadera unión. Es una tradición colombiana. Veamos en esta noche la luz de la esperanza.

6 de diciembre de 2021 Por: Aura Lucía Mera

Siempre he tenido una confusión grande entre el 7 de diciembre y el día de las velitas. Da la casualidad que nací en este día. Prematura. Años después me contó mi mama que nací tan pero tan chiquita que tenían que alimentarme con gotero o con un algodón empapado en leche. Así fue por varios meses hasta que ya me cupo el chupo del tetero dentro de la boca. También supe que esa noche mis papás estaban en una fiesta en Bogotá y mi mama bailaba feliz hasta que, a lo mejor por curiosidad de ver qué pasaba, rompí la fuente que me guardaba en el útero para anunciar que llegaba. La fiesta acompañó mi nacimiento hasta la Clínica Calvo y después de depositarme en incubadora como un garbanzo, brindaron con champaña mi ‘advenimiento’.

Casi cuatro años después de la mayor. Y tres después llegó la menor. Quedé como el sandwich. Flaca, débil y amarilla en medio de dos niñas rosadas y lindas. .Luego vino el cuento de las velitas, que subió mi autoestima hasta que descubrí la cruel verdad.

A los siete años llegó la primera Ciudad de Hierro a Cali. Mi mamá me vistió de blanco, zapatos de charol y una corona de papel dorado en la cabeza. Había alquilado para mi fiesta toda la Ciudad de Hierro. Yo era la reina, mis amigos y yo podíamos comer azúcar hilada, montar en el carrusel y en la rueda de chicago, atragantarnos de crispetas, hacer batallas de confetis, y además por la noche prendían toda la ciudad con velitas. En mi honor. Ya no me importaba mojarme en la cama. Era la reina. Miro el álbum de bebé, allí está la lista de mis amiguitos invitados, en el periódico. Y las fotos.

Pasan los años, me voy enterando de cosas y aterrizando de barriga en la realidad. Resulta que Pio IX en 1854, proclamó una Bula Infalibilis, o sea hablando en nombre de Dios lo siguiente: ”Con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles y con la Nuestra definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su Concepción, singular privilegio de Dios Omnipotente, debe ser firme y creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su Fe ha naufragado y que si además osare manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquier manera externa lo que siente quedarán sujetos a las penas establecidas por el Sagrado Derecho”.

Además ese Papa en esa Bula fatídica, condenó “todos los horrores del mundo moderno, el progreso, el racionalismo, el liberalismo y la ciencia”.

Ploff, como Condorito. Las velitas estaban cargadas de órdenes bajo pecado mortal. Y eran el aperitivo a la excomunión de los que dudáramos de este decreto infalible. La oficialización del machismo salvaje de la Iglesia. Su consagración. Todas las demás mujeres somos transmisoras del pecado original y causa de todo lo malo de este mundo.

Sobra decir que amo a mi Maestro de Nazareth y creo en Él. Es mi amigo y confidente. Pero ni me creo lo de la paloma ni lo del rayo del sol que entra sin romperlo ni mancharlo. Creo que José fue el marido de María y a ella la veo como una mujer sensacional, valiente, sufrida y frentera.
Con uno hijo fenomenal y revolucionario que predicó amor, igualdad y comprensión, fustigó a los usureros y trató de proteger los más pobres. Por eso lo crucificaron. Por eso lo sigo.
Las velitas ya no me importan. Además llenan los hospitales de niños quemados. Ojalá se conviertan en símbolo de paz, de verdadera unión. Es una tradición colombiana. Veamos en esta noche la luz de la esperanza.

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PD. Volviendo a los papas, fuera de Juan XXIII y Francisco, no creo que se salve ninguno. Es una opinión muy personal. No me vaya a caer el mico que se está colando, que no se puede injuriar a nadie. Otra Bula que nos quieren meter.

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