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¡Coronar!

Sí. ¡Coronamos! Esa expresión de júbilo cuando un capo lograba hacer llegar su mercancía de muerte a su meta. Coronar.

30 de marzo de 2020 Por: Aura Lucía Mera

Sí. ¡Coronamos! Esa expresión de júbilo cuando un capo lograba hacer llegar su mercancía de muerte a su meta. Coronar. Esa expresión símbolo de la sangre y la violencia cuando “se cumplió con éxito el objetivo”. Coronamos cuando nos creímos en la cumbre del poder y éramos los amos del mundo. ¡Coronar!

Ahora estamos pagando las consecuencias de toda nuestra soberbia. Coronó el capitalismo. Coronó el rey dinero. Coronaron los millones de automotores. Coronaron los miles de miles de autopistas de asfalto que destrozaron montañas, valles y llanuras. Coronaron los rascacielos infinitos que taparon las estrellas y los atardeceres. Coronaron robándole al mar su territorio y sus playas naturales.

Coronaron los millones de aviones que intoxicaron el aire. Coronaron los que talaron las selvas, desviaron los ríos y represaron las aguas. Coronamos permitiendo que el Mediterráneo se convirtiera en un cementerio de pobres que nos estaban invadiendo nuestra comodidad y estorbaban. Coronaron los yates y cruceros llenando de mierda el océano. Coronó el plástico y coronó el mercurio contaminando los peces y los corales. Coronó la basura diaria que ya no tenemos donde enterrarla.

El coronavirus soy yo, y usted. El rico y el pobre. El banquero y el reciclador. Todos somos responsables de haber envenenado el planeta. Sin atenuantes, cada uno a su manera.

Coronamos todos. Cada uno de nosotros ha puesto su gota de veneno. Y aquí estamos todos, como Pilatos, tratando de lavarnos las manos cada minuto, sin pensar que lo que tenemos que lavar es nuestra conciencia. Somos nosotros, la raza humana, el virus. A ver si lo entendemos y lo aceptamos de una vez. Como dijo el papa Francisco tratando de vivir en un planeta enfermo. Sin darnos cuenta o sin importarnos un comino saber que nosotros somos los asesinos.

O aprendemos a nadar en la misma dirección y cambiamos hábitos, o la Barca de Caronte seguirá su recorrido, sin excepciones de chequera, apellidos, joyas o raza.

O todos ayudamos o el coronavirus será apenas la semilla de una explosión social que estaba reprimida desde hace más de un siglo. Porque el aislamiento es peligroso si no tiene una base de introspección y respeto hacia valores elementales. Y esto se perdió hace muchos años.

Unamos nuestras manos, unamos nuestros corazones, unámonos espiritualmente y “rememos todos en una misma dirección”, cada uno de nosotros tiene algo que aportar. Y tenemos la obligación de hacerlo.

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Posdata.
Quedé impresionada con una fotografía que me envió uno de mis nietos. Una tarea de colegio. El superpuso varias fotos de los edificios de cristal de Manhattan, alarde de belleza y poderío. La foto es impecable, como implacable el mensaje, de esas torres de cristal desafiantes, ahora vacías y silenciosas. Nadie las mira. Ostentosas ayer, frágiles hoy. Como la vida misma. No somos los reyes que coronamos. Somos parte del virus. ¡A reflexionar!

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Posdata 2.
La partida de Juan José Lulle deja un vacío en el Valle y Cali. No sólo a sus familiares, sino a sus amigos, empleados y empresarios. Un ser humano que deja huella indeleble. Recuerdo cuando dejó la dirección del Ingenio del Cauca. Noticia que llegó a los empleados y colonos como un chorro de agua fría en el alma. Qué empleador ejemplar. Qué sentido de la responsabilidad social. Esa amabilidad y calidez con sus trabajadores, sin importar el rango o cargo que desempeñaban. Creo que Incauca se vistió de luto. Se sintió su ausencia. Un abrazo del alma para su familia y para este departamento y esta ciudad a los que les entregó su energía, su inteligencia, su capacidad de liderazgo y su bonhomía. ¡Lo vamos a extrañar!

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