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Apoyar la minga

Colombia respetó algunas etnias, y de allí venimos. Con la llegada de los africanos nuestra mezcla se fortaleció en costumbres, música, gastronomía, cultura.

29 de noviembre de 2021 Por: Aura Lucía Mera

Estoy totalmente de acuerdo con la columna de opinión de Carlos Climent en este diario el domingo pasado.

El reconocido psiquiatra, a quien nadie puede señalar de castrochavista, populista, comunista, ni esos epítetos tan usados por personas fanáticas y desinformadas, nos invita a informarnos sobre este grupo de seres humanos que llegarán a Cali en forma pacífica, para dialogar sobre sus derechos, ancestralmente ignorados, sus necesidades y la violencia a que son sometidos sin que a ningún ‘citadino’ o ‘gente de bien’ les importe un pito.

Personalmente estoy de acuerdo con esta marcha. Tienen todo el derecho y debemos escucharlos con mente abierta y entender sus necesidades y sus peticiones.

Dejemos la xenofobia, el racismo cursi de lado. El odio y el desprecio no llevan a nada positivo. Alimentan el odio. Además me gustaría que levantaran la mano honestamente los que se creen de sangre azul y raza superior. Esta fue una colonización de hombres, años después llegaron las mujeres, o sea que todos somos una mezcla fenomenal de españoles aventureros, indias valientes o sometidas al ‘derecho de pernada’. Una mezcla que nos hace diferentes y por eso mismo, poderosos. No es tratando de diferenciarnos como vamos a lograr la integración y la paz.

Tenemos muchísimo que aprender de la sabiduría ancestral de nuestros antepasados, los que todavía no se han rendido a cambiar sus creencias, ni sus leyes, ni su manera de ver la vida y el cosmos.

Dejemos de creernos superiores o súper civilizados. Tenemos que cuestionarnos a fondo. Integrarnos. Unirnos. Porque todos somos descendientes de las mismas raíces, desde el Descubrimiento, y apenas estamos formándonos como nación. Afortunadamente en Colombia no se realizó el genocidio indiscriminado de nativos como en Estados Unidos o en Chile o Argentina donde todos sus habitantes descienden ‘del barco’ y se apoderaron de todo lo que encontraron. Eso sí es una vergüenza.

Colombia respetó algunas etnias, y de allí venimos. Con la llegada de los africanos nuestra mezcla se fortaleció en costumbres, música, gastronomía, cultura.

La Minga, como se la llama despectivamente, son una grupo de seres humanos que merecen respeto. Tienen derechos y deberes. Otra cosa es que no los cumplamos y los sigamos estigmatizando.

Apoyo esta marcha. Ojalá el vandalismo de populistas resentidos y oportunistas no prostituya este acontecimiento. Ojalá la ultraderecha fascistoide, los que se disfrazan de Hitler en los cuarteles, los que se creen blancos puros como el ángel de la guarda no distorsionen ni se jodan esta jornada.

Les temo más a los camanduleros, los de la misa diaria, la manito en el corazón y las chequeras repletas que tienen el alma llena de rabia y soberbia.

Escribo este artículo desde el Ecuador, frente al Cotopaxi. País que respeta sus etnias. Donde caben todos, otavalos, cayambies, pujilíes, ambateños, salasakas, señoritos y chagras, africanos del Chota. País ejemplo en respeto a los derechos humanos. País que debemos imitar.

Bienvenido el 10 de diciembre. Bienvenida la marcha y el diálogo .Todos somos colombianos y tenemos la obligación de mirarnos de frente, reconocernos y unirnos. No más racismo. No más polarizaciones. No más odios enquistados. ¡Todos somos Colombia!

Bien, doctor Carlos Climent. Sus palabras son un aliento de esperanza y de unión. Usted ha entregado su vida a ayudarnos emocionalmente y a vernos como realmente somos y aceptarnos. Sus palabras sensatas abren un camino de esperanza.

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