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A votar

De cada uno de los votantes en Colombia depende qué país queremos construir o reconstruir, para allanar el camino a los que vienen detrás.

14 de mayo de 2018 Por: Aura Lucía Mera

En semejante confusión, miedos, desasosiegos, polarizaciones, emociones encontradas y debates mediocres, he escuchado a muchos conocidos decir que su voto será en blanco.

El voto en blanco es estas elecciones no es una opción. Es perder el voto, el derecho democrático a hacer oposición, a quejarse después. Es como negarse a existir. Este país se la juega dentro de pocos días. Está polarizado entre el temor al populismo de Petro, que como buen orador deslumbra en la plaza pública, lleno de incoherencias y promesas que jamás podrá cumplir, y el terror del regreso del uribismo al poder. No tengo nada personal en contra de Iván Duque. Ni a favor. No me mueve la aguja en ningún sentido. Debe ser estupendo padre de familia, esposo cumplidor, buen muchacho y todo lo que quieran.

Pero confieso, así me caigan rayos y centellas, que siento terror de que Uribe pueda regresar al poder. Desde que lo divisé a lo lejos, por vez primera, en su campaña para la presidencia hace muchos años en una hacienda del Valle donde estaba reunida toda la Sagrada Orden del Bramadero -léase elite vallecaucana-, y lo vi entrar despacito, modosito, saludando con su manito a todo el mundo, poniendo ojitos de puño bueno y sonrisita forzada, sentí una punzada de energía negativa en el ombligo.

Fue algo instintivo. No me tragué entera ni una palabra del discurso, suave y modosito, como si se tratara de palabras en la tarima de una graduación de colegio. Algo me decía por dentro “ojo con este”. Seguí su pista. Ocho años de presidencia, ocho años de expresidente, son dieciséis años que me han dado la razón en todo lo que intuí esa primera vez.

No me extiendo en pormenores. Pero lo cierto es que ‘Él’ está detrás de Duque. Y no creo que Duque es lo pueda despegar. Es volver al pasado. Es dar reversa a lo que hemos logrado en materias fundamentales como el desarme de las Farc, los derechos de la comunidad Lgtb, la libertad de expresión, la restitución de tierras, en fin.

Terror de los poderes sombríos que manejan a Duque: Viviane Morales, Ordóñez, José Obdulio, Popeye. Terror que se desate la fuerza de nuevo y corra más sangre. Terror de que retornen los ‘falsos positivos’ y se asesinen más civiles inocentes. Terror de un gobierno lleno de ‘buenos muchachos’ que, como los anteriores, terminen huyendo, enjuiciados o tras las rejas.

Por eso mismo no votar no es una opción. Tenemos que salir a las urnas y dar nuestro voto de confianza a los otros candidatos que ofrecen otras alternativas para este país en transición. Para que podamos mirarnos de frente, darnos la mano, cicatrizar heridas y recuperarnos poco a poco de más de medio siglo de sangría.

Ni Petro ni Duque son la opción para darle un nuevo aire a Colombia. Son dos extremos que se juntan y rechazan con el mismo propósito. Sembrar más caos, rencores, despertando emociones primarias y peligrosas donde no hay cabida para el diálogo ni la reflexión. Cada extremo es el espejo del otro.

De cada uno de los votantes en Colombia depende qué país queremos construir o reconstruir, para allanar el camino a los que vienen detrás. Generaciones nuevas que no tienen por qué seguir heredando ad infinito estos odios partidistas, estos caudillismos mesiánicos y rencorosos. Nos estamos jugando un ‘turning point’, que si lo dejamos escapar pasará mucho tiempo sin tener ‘otra oportunidad sobre la tierra’ y estaremos condenados, de nuevo a cien años de soledad.

Detengamos un minuto las emociones. Reflexionemos lo que verdaderamente está en juego. Las nuevas generaciones tienen el derecho de vivir, crecer, educarse y trabajar en un país diferente. No el de la venganza ni el revanchismo. No el de las expropiaciones ni el populismo.

Está en nuestras manos. ¡Todos tenemos esa responsabilidad!

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