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¿Y si mañana se acabara la pandemia?

Este quizá sea el deseo de todas las personas del planeta, el sueño de muchos y la necesidad de todos.

21 de junio de 2020 Por: Arquidiócesis de Cali

Este quizá sea el deseo de todas las personas del planeta, el sueño de muchos y la necesidad de todos. Porque ese día llegará, tarde o temprano, después de muchas muertes y de la mayoría de empresas quebradas. Quiero hacer esta reflexión, a propósito de lo que se dice sobre las vacunas en desarrollo, los países que poco a poco van abriendo sus economías y la llegada de más respiradores mecánicos a nuestro país.

¿Pero qué va a pasar cuando se nos diga que ya se acabó la pandemia, que podemos salir libremente a la calle y reactivar nuestras labores cotidianas?, ¿cómo afrontaremos esta nueva manera de relacionarnos y los desafíos que conlleva? Seguramente la vida no va a cambiar para muchos, carreras, trancones, desespero por llegar de primero a tomar el transporte, las calles abarrotadas de personas que buscan sobrevivir a ese mar agitado económico que nos ahoga más y más. Pero también podemos esperar el fin de la pandemia con esperanza, confianza, con madurez frente a los problemas que vamos a seguir teniendo y que van a requerir de nuestra inteligencia y de nuestros esfuerzos.

Yo espero que el deseo de llegar a la casa para ver a nuestros seres queridos haya aumentado exponencialmente, como crece la pandemia.
Yo espero que nos de alegría ver los rostros descubiertos de nuestros compañeros de trabajo y de nuestros vecinos para, por fin, estrechar sus manos o darles un fuerte abrazo. Yo espero que los paseos y descansos no dependan del dinero que hay en la tarjeta débito. Yo espero que darnos tiempo para nosotros mismos, jugar, observar la bella naturaleza que Dios creó, sean actividades que se incluyan en el horario de la semana. Yo espero que el deseo profundo de ir a nuestros templos y celebrar la Eucaristía sea una necesidad permanente y comprometedora.
Yo espero que el dinero no sea el que nos coloque la meta de cada acción que realizamos. Yo espero que seamos más humanos y más sensibles a los pobres y a los necesitados. Yo espero que mi familia sea priorizada y que las personas que están cerca de mi corazón puedan ser abrazadas con todas nuestras fuerzas sin barreras de tapabocas, máscaras, trajes anti fluidos, guantes, alcohol, etc.

No podemos perder la esperanza. El mundo venidero será más sensible a los problemas del medio ambiente y a las injusticias de los seres humanos. Será un mundo más consciente de lo que es fundamental en la vida y de lo que es superfluo, y será mucho más sensible a los reclamos de igualdad, de libertad y de solidaridad. Ese día no podemos esperarlo con las manos cruzadas ni con el desespero que da el afán por lo material. En primer lugar hay que pedírselo a Dios y después hay que pensar que pudimos haber sido contagiados, para ser enterrados o incinerados sin la presencia de los nuestros seres más preciados. He ahí la tarea.

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