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¿Vivir sin Dios?

¿Vivir sin Dios? ¿Dejarlo de lado? ¿Ignorar sus mandamientos? Esa...

10 de marzo de 2013 Por: Arquidiócesis de Cali

¿Vivir sin Dios? ¿Dejarlo de lado? ¿Ignorar sus mandamientos? Esa parece ser la invitación que nos hace continuamente el mundo en que nos ha correspondido vivir. Pero no es una invitación nueva. Es simplemente una de las posibilidades que cualquier persona tiene en la vida. Y, por lo mismo, la cuestión no es si puedo hacerlo. La pregunta fundamental es si obtengo algo bueno viviendo de esa manera.El Evangelio de hoy nos trae la conocida parábola del hijo pródigo, quien alejándose de su padre, dilapidó la herencia que éste le entregó. Creyó que viviendo perdidamente sería feliz, pero la realidad fue otra: terminó con una vida tan infeliz y tan miserable como jamás lo hubiera imaginado. Esta parábola es, entre otras cosas, un llamado de atención para quienes creen que la vida se puede vivir de cualquier manera, como si Dios no existiera. Es una voz de alarma que no podemos desconocer cuando vemos con horror que se nos quiere imponer un “Estado laico”, es decir, un Estado sin Dios. Si Dios es la fuente de la paz, de la alegría, de la bondad, en fin, de todo don perfecto, no tenemos que hacer un esfuerzo muy grande para comprender lo que sería vivir sin Él, sin sus mandamientos, si simplemente lo dejamos de lado… Basta con mirar la realidad que nos rodea, para percibir cómo se nos está volviendo el mundo por querer prescindir de Dios.Esta parábola nos enseña, además, a recapacitar, a contemplar la misericordia de Dios y a volver a colocarlo en el centro de la vida. Es un llamado a buscar en serio la felicidad, reconociendo humildemente que hemos pecado. Si así lo hacemos y dirigimos nuevamente nuestra mirada y nuestro corazón a Dios, en Él encontraremos la felicidad, plena y verdadera, que tanto anhelamos. Porque es un Dios misericordioso, siempre dispuesto al perdón. Un Dios que, ante todo, es Padre y cuyo Amor es infinitamente más grande que el pecado de su hijo, que su lejanía… ¿Para qué vivir sufriendo, si podemos vivir gozando la vida que sólo Dios nos puede dar? La opción es nuestra.

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