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Una entrega que te despoja de ti mismo

La persona que idolatra el poder del dinero tiene muchas máscaras para disimular su egoísmo, inclusive la misma oración.

7 de noviembre de 2021 Por: Arquidiócesis de Cali

Escrito por: monseñor Edgar de Jesús García Gil, obispo de Palmira

Las grandes pruebas que muchas veces sufre la humanidad, como la pandemia que estamos superando poco a poco, los desastres naturales, y las violencias que se desatan en muchas partes del mundo, son oportunidades para medir entre nosotros la capacidad de respuesta en entrega y generosidad frente a nuestros hermanos más golpeados y vulnerados en su sagrada dignidad humana, sobre todo, los pobres y marginados. Existe en el corazón de la humanidad una filantropía natural frente al dolor ajeno de los que más sufren.

Pero, no podemos ignorar, que también existen muchos corazones egoístas, insensibles y totalmente despreocupados que se han acostumbrados a su propia auto referencia y por cuidar su propia imagen no les importa ningún sufrimiento humano. A este contraste visible en el mundo de siempre el evangelio de hoy nos regala una lección magistralmente bien narrada. Dos actitudes: El escriba y la pobre viuda.

“Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas con capa de largas oraciones”.

“Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir”. Mc 12, 38-44.

La persona que idolatra el poder del dinero tiene muchas máscaras para disimular su egoísmo, inclusive la misma oración. En cambio, la persona que solo tiene a Dios como riqueza, no duda en seguir dando todo, inclusive, lo que le hace falta para vivir con tal de honrar a Dios. Es un amor de entrega total que no se reserva nada para sí.

En esta perspectiva cristiana ya sabemos que el verdadero amor a Dios se mide en el amor al prójimo y es en la caridad organizada como la pastoral social, las diócesis, las parroquias y las personas que tienen su vida comprometida están siempre en función de ayudar las diferentes obras sociales que promueven la dignidad de las personas, las familias y las comunidades. Siempre hay más alegría en dar que en recibir.

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