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Un nuevo llamado a la fraternidad universal

Porque una cosa es cierta, la Iglesia es consciente de que el Evangelio por ella predicado, tiene que tener efectos concretos en la forma como se relacionan todas las personas

11 de octubre de 2020 Por: Vicky Perea García

Por: monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez, obispo auxiliar de Cali

Las páginas de la Encíclica Fratelli tutti (Hermanos todos) “no pretenden resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos. Entrego esta encíclica social -dice el Papa Francisco- como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras. Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad” (FT, 6).

Con estas palabras el papa Francisco introduce el nuevo texto de su Magisterio, que entra a hacer parte de la basta Doctrina Social de la Iglesia. Porque una cosa es cierta, la Iglesia es consciente de que el Evangelio por ella predicado, tiene que tener efectos concretos en la forma como se relacionan todas las personas, comenzando por los cristianos, que debemos ser testigos del amor, de la fraternidad y de la paz.

Quiso el Santo Padre hacer coincidir la promulgación de esta Encíclica con la memoria de San Francisco de Asís, de manera que su oración por la paz, sea acogida nuevamente con el propósito de hacer realidad el Evangelio en el mundo con la unidad, la paz, la fraternidad entre todos, sin distingo de color, raza o condición social. “Hazme, Señor, instrumento de tu paz. Que donde haya odio, siembre yo amor”.

Coincide también, en este domingo, con el pasaje del Evangelio de San Mateo 22, 1-14, en el que, ante la negativa de los invitados por el Rey para asistir al banquete de bodas, se amplía la invitación extensiva a “todos los que encuentren”. Aquí, “La parábola desvela el corazón del Padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos e injustos (Mt. 5,45). El banquete pierde el sentido elitista y la llamada adquiere decididamente un alcance universal” (Lectio divina, evd, vol. 13).

Así es. De nuevo el Señor Jesús sale por todas partes, por todos los rincones de la tierra, llamándonos para que tomemos conciencia de la necesidad de vivir como hermanos y no como desconocidos; de amigos, no como enemigos; de miembros de la misma casa común; de hombres y mujeres que tenemos todos una misma dignidad de personas. Dirá el Papa Francisco, como un lamento que brota desde lo más profundo de su corazón: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad” (FT, 8).

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