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Seguir a Jesús: una cuestión de amor

El evangelio de este III Domingo de Pascua nos pone delante de la tercera aparición de Jesús Resucitado, de acuerdo con san Juan.

5 de mayo de 2019 Por: Arquidiócesis de Cali

Por monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro, obispo auxiliar de Cali

El evangelio de este III Domingo de Pascua nos pone delante de la tercera aparición de Jesús Resucitado, de acuerdo con san Juan.
Además del hecho milagroso de la pesca, la escena trae varios detalles que destacan el contexto entrañable del encuentro que se da entre Jesús y sus discípulos. Jesús entabla conversación con ellos y los invita a comer -es más, es Él quien prepara los pescados-.

Pero hay un diálogo que merece toda atención: el que se da entre Jesús y Pedro. Es necesario recordar la triple negación de Pedro. Ahora, Cristo Resucitado le da la oportunidad de sanar su falta, con la triple declaración de amor. A cada respuesta de Pedro a la pregunta: «¿Me amas?», Jesús agrega la refrendación de la misión: «Apacienta mis ovejas».

Varios elementos en este diálogo conmueven: Jesús permanece fiel a la promesa que había hecho a Pedro, mucho antes de que este lo negara. Con este diálogo Pedro tiene la oportunidad de borrar su infidelidad.
Jesús le da una segunda oportunidad. Aquí, bien podemos vernos reflejados todos los creyentes. Cada que fallamos a Dios, Él mantiene firme su acto de confianza en nosotros. Como Pedro, también nosotros tenemos muchas ‘segundas oportunidades’ para dejar atrás los errores y sanar las heridas que estos nos dejan muy profundo.

Pero, por supuesto, no aprovecharemos las ‘segundas oportunidades’ si nuestra relación con Jesús no va más allá de lo ‘tradicional’. El riesgo es no tener raíces ni razones profundas que nos vinculen a Jesús. Por ello, el segundo elemento conmovedor es justamente que este encuentro está marcado por el amor. La triple pregunta de Jesús a Pedro, apliquémosla a nosotros; cambiemos el nombre de Pedro por el nuestro. En la respuesta podremos darnos cuenta si nuestra relación con Jesús se ha quedado en la práctica externa de ritos, en el conocimiento intelectual de doctrinas y oraciones o si es de naturaleza vital, como afirma Benedicto XVI: «La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo» (Porta Fidei).
El tiempo Pascual nos alienta a comenzar -si aún no lo tenemos- y a fortalecer la relación con el Resucitado -vive hoy con la misma intensidad de ayer y de siempre-. Propongámonos como meta ser cada día más amigos de Jesús.

La pregunta al final puede ser: ¿Y cómo puede ser esto posible? La respuesta es: vive a plena consciencia los sacramentos, especialmente la Eucaristía; medita diariamente la Palabra de Dios; sal de tu comodidad y sirve a los demás para encontrar el gozo del servicio del cual mismo Jesús dio ejemplo.

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