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Rema mar adentro, Lc 5, 1-11

“Apártate de mí porque soy un pecador”. Ese reconocimiento hace que su vida dé un vuelco y que le permita a Jesús salvarlo: “Él ha venido a buscar y a salvar a los pecadores”. Pero ¿qué fue lo que pasó?

10 de febrero de 2019 Por: Arquidiócesis de Cali

En este pasaje, el evangelista nos presenta la vocación de Simón a partir de reconocerse pecador y de querer estar lejos de Jesús. Simón no quiere que Jesús se le meta en su vida porque se siente pecador: “Apártate de mí porque soy un pecador”. Ese reconocimiento hace que su vida dé un vuelco y que le permita a Jesús salvarlo: “Él ha venido a buscar y a salvar a los pecadores”. Pero ¿qué fue lo que pasó?

Nos comenta San Lucas que mucha gente se había acercado a Jesús para oír la palabra de Dios y que Jesús se había subido a la barca de Simón para enseñar desde allí a la gente y que cuando terminó le dijo: “Rema mar adentro y echa las redes para pescar”.

Si usted está leyendo este comentario es porque quiere oír la palabra de Dios, porque al igual que la gente de aquel tiempo sabe que Jesús tiene una palabra que le puede dar sentido a lo que hace, a su cansancio, a sus desilusiones, a su vida diaria.

Lo desconcertante para Simón es que ese maestro, que no es pescador, le pida volver a su trabajo y echar de nuevo la red, en un momento inapropiado para pescar. Él le dice: “Hemos bregado toda la noche y no hemos cogido nada, pero por tu palabra echaré las redes”.

Pienso en tantos padres que al volver a casa después de un día difícil de trabajo, a veces con desilusiones y tristezas, un hijo le pida que lo lleve a comprar algo o a casa de un compañero o le ayude a resolver un problema, ahí es cuando a pesar del disgusto que esto produce, papás y mamás son capaces de recomenzar, de volver a salir, porque esa criatura le ha ganado el corazón y hay amor. ¿Qué había descubierto Simón en ese joven rabino para hacerle caso? ¿Acaso su predicación ya le había ganado el corazón?

Los apóstoles no sólo recogieron muchos peces, sino que pidieron ayuda a sus compañeros que estaban en otra barca y llenaron ambas, con peligro de hundirse. Este hecho estremece a Simón, lo llena de miedo, de asombro, y dice: apártate de mí porque soy pecador. Es un hecho inesperado fruto de su obediencia a la palabra de Jesús. Siempre lo inesperado sucederá al sobreponernos al cansancio, al echar mar adentro y hacer lo que Jesús pide.

Lo que menos esperaba era que Jesús le cambiara el objeto de la pesca y el lugar de ella: peces por personas, mar por tierra: “Desde ahora serás pescador de hombres”. Quiere decir que, si el pez en el agua vive para sí mismo, al ser pescado muere y se vuelve vida para otros. A las personas egoístas que viven en función de sí mismas, como los peces, alguien las puede sacar de esa situación, como Jesús lo hizo, poniéndolas a servir, a darse. Allí encontrará lo inesperado, la alegría que quizás anhela, la felicidad que tanto busca, el sentido de la vida que no ha entendido. Déjese rescatar sirviendo generosamente y no se canse de amar.

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