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¿Prueba o tentación?

Siempre nos causa cierta sorpresa el relato evangélico de ‘las tentaciones de Jesús’; pero si leemos atenta y detenidamente, y reflexionamos con entereza espiritual, entenderemos su gran riqueza y la doctrina de la Iglesia al respecto.

5 de marzo de 2017 Por: Arquidiócesis de Cali

Siempre nos causa cierta sorpresa el relato evangélico de ‘las tentaciones de Jesús’; pero si leemos atenta y detenidamente, y reflexionamos con entereza espiritual, entenderemos su gran riqueza y la doctrina de la Iglesia al respecto. Los Padres de la Iglesia, los teólogos y no pocos verdaderos predicadores han hecho profundas reflexiones sobre el sentido de este relato y cómo puede enriquecer la vida cristiana.

El gran doctor de la Iglesia Agustín de Hipona escribió largamente sobre esta realidad: “Cristo fue tentado para que no fuese vencido el cristiano por el tentador. El Maestro quiso ser tentado en todas las cosas en las cuales somos nosotros; como quiso morir, porque morimos; como quiso resucitar porque también habíamos de resucitar”… “si recusas la tentación, recusas la restauración o reparación. Eres restaurado, y si lo eres, te encuentras en manos del artífice”.

De suyo la enseñanza de este relato podríamos decir refleja las tentaciones ordinarias que padecemos todos los humanos; aunque parezcan diferentes las 3 tentaciones todas van dirigidas hacia un objetivo único: hacer que Jesús desista de la voluntad del Padre, o poner a prueba su filiación divina. Y ¿qué hace al hombre de hoy caer en estas mismas tentaciones?: el poder, la fragilidad humana y el dinero.
Queda bien tipificadas cuando Jesús, después de las pruebas a que es sometido responde respectivamente: “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”… “al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto” y finalmente: “no pondrás a prueba al Señor, tu Dios”.

Cuando los seres humanos colocamos toda nuestra esperanza en el pan material y hacemos de él, “nuestra felicidad eterna”, perdemos el sentido trascendente de nuestra vida y caemos en el materialismo más craso y torpe pues pretendemos colocar una de las aspiraciones del espíritu que es la felicidad en cosas tan perecederas como lo puramente material. La ambición y el anhelo del poder para figurar no necesitan de nuestra reflexión ante las realidades que vemos cada día y en las que quizás hemos caído nosotros mismos.

El querer revertir o cambiar la voluntad de Dios hacia la humanidad ha hecho que pretendamos cambiar el curso de la historia de la salvación para cimentar la nuestra en un triple caos, que señala el evangelio de hoy: lo económico, lo político y la manipulación del sentido religioso.
El mundo hoy y nuestra patria no es una excepción, se mueve bajo lo prueba, que se convierte en tentación, de tener, de poder y querer manipular al Dios eterno; Jesús de Nazareth hecho hombre nos enseña la verdadera dignidad de la condición humana al vencer las pruebas y vencer las tentaciones.

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