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Por la cruz a la luz

En su camino hacia Jerusalén, por segunda vez anuncia Jesús a sus...

23 de septiembre de 2012 Por: Arquidiócesis de Cali

En su camino hacia Jerusalén, por segunda vez anuncia Jesús a sus discípulos “que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; pero a los tres días resucitará”. Y añade que “ellos no entendían estas palabras”. ¿Las entendemos nosotros? Durante muchos años no se supo qué hacer con la imagen del Jesús sufriente y humillado. Gustaba más el Señor enaltecido y Rey del mundo. Esto último no es falso, pero es sólo una media verdad. El Humillado, el Cristo sufriente, fue recuperado gracias a Bernardo de Claraval y a Francisco de Asís. La Iglesia admitió como evangelios inspirados o canónicos, aquellos escritos que contenían un relato de la pasión, y en el Evangelio de San Juan la pasión comienza en el capítulo segundo. Jesús de Nazaret interpretó su propia historia a la luz de la Sagrada Escritura: el destino de los profetas y, la suerte del justo que sufre le ayudaron a ‘comprender’ el designio de Dios. Dios quiere que su Hijo asuma desde dentro el destino humano; lo que complace a Dios no es el dolor y el sufrimiento de su hijo, sino el amor y la obediencia de éste. Los discípulos de aquella época seguían por el camino a Jesús, el camino hacia Jerusalén, el camino de la entrega de la vida, pero no comprendían el significado de ese camino.Hoy nosotros seguimos sin entender el camino de Jesús: queremos el éxito fácil y la popularidad. Tal vez ahora se entienda la acción simbólica de Jesús de poner un niño en medio de sus seguidores. No es la supuesta inocencia de los niños lo que impresiona a Jesús, sino su situación: totalmente dependientes, todo deben esperarlo de los mayores. Ese Jesús que se sabe en manos de su Padre no busca su autorrealización, no busca su grandeza, hace suya la causa de Dios: generar vida, amar hasta el final.

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