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“Os lo aseguro: no os conozco”

Estas palabras tan duras del Señor Jesús que nos trae el Evangelio...

6 de noviembre de 2011 Por: Arquidiócesis de Cali

Estas palabras tan duras del Señor Jesús que nos trae el Evangelio son para todos los que no han entendido o viven como si no hubieran entendido, que la vida tenemos que vivirla como un camino hacia el encuentro definitivo con Dios en la eternidad, en el que cada uno tendrá que responder por lo que haya hecho con su propia vida.Por medio de la parábola de las vírgenes necias que no llevaron para sus lámparas el aceite necesario, el Señor Jesús, que nos ama infinitamente y desea que todos nos salvemos, nos llama la atención, para que en medio del mundo globalizado que nos ha correspondido vivir, en el que diariamente no sólo nos encontramos rodeados de muchas personas, sino que podemos hacer con ellas muchas alianzas, no vayamos a permitir que se diluya nuestra responsabilidad personal frente a las decisiones que debemos tomar para cumplir con la misión que a cada uno se nos ha encomendado.Por tanto, si creemos realmente en Dios como rector de nuestra vida y que alcanzaremos nuestra plena realización solamente cuando alcancemos la eternidad, entonces debemos estar atentos a ser coherentes en todo momento con nuestros principios y valores: por ejemplo, en el campo moral, a no escudarnos en lo que diga o haga la mayoría; en el campo económico y social, a no realizar alianzas o compromisos que de manera velada pudieran ignorar o vulnerar los derechos fundamentales de ciertas personas o grupos sociales; en el campo político, a no sumarse simplemente a la ya tan famosa ‘ley de bancadas’, permitiendo que se atente contra la vida o la dignidad de la familia. Quien en esto falle, a pesar de que a sí mismo se considere como creyente, tendrá que escuchar de parte de Jesús, en el juicio final: “Os lo aseguro; no os conozco”.Comprender la propia responsabilidad ante la vida y nuestro papel en el mundo, nos debe llevar a defender la libertad de conciencia como guía para nuestra vida y para el ejercicio de nuestra profesión, las cuales deben estar siempre al servicio de la vida, de la justicia, de la libertad y, por lo tanto, de la paz.

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