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No a la venganza, sí, al amor

El Evangelio de este domingo nos viene de perlas a los colombianos, pues en todas partes se escucha el mismo deseo de paz, de no violencia. Todos queremos la paz, pero muchos se preguntan: ¿Hasta dónde tiene uno que perdonar a personas que le han hecho tanto daño a Colombia, a tanta gente inocente?

20 de febrero de 2017 Por: Arquidiócesis de Cali

El Evangelio de este domingo nos viene de perlas a los colombianos, pues en todas partes se escucha el mismo deseo de paz, de no violencia. Todos queremos la paz, pero muchos se preguntan: ¿Hasta dónde tiene uno que perdonar a personas que le han hecho tanto daño a Colombia, a tanta gente inocente?

Hoy Jesús, con el ánimo de quitarnos cualquier duda nos dice hasta donde debe llegar nuestro amor: “Han oído decir: ‘Ojo por ojo, diente por diente’. Pero yo les digo: no hagan frente al que los agravia. Al contrario, si uno los abofetea en la mejilla derecha, preséntenle la otra; al que quiera ponerles pleito para quitarles la túnica, denle también el manto. Han oído decir: ‘Amarán al prójimo y aborrecerán al enemigo’. Pero yo les digo: amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen, para que sean hijos del Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Porque, si aman a los que los aman a ustedes, ¿qué recompensa tendrán? ¿No hacen eso también los paganos?”

Todos conocemos la famosa frase: “hay que distinguir entre una persona que hace el mal y el mal mismo: a la persona hay que amarla, pero al mal hay que odiarlo”. Cuando la escuchamos comprendemos mejor el amor infinito de Dios que creó este mundo maravilloso por amor, porque nos quería felices: consciente de la dignidad y grandeza de los seres humanos que había creado, pero también de nuestras debilidades. Es por eso que cuando volvemos arrepentidos, Él nos perdona, sabiendo bien que es en esa capacidad de amarnos y relacionarnos donde encontramos nuestra realización personal.
Qué bueno si ahora, cuando la palabra ‘postconflicto’ está de moda, invitándonos a construir una Colombia nueva, nosotros fuéramos capaces de ir más allá, pensando en un mundo distinto, más humano, pero conscientes de que para lograr esa humanidad primero se necesita tener hombres llenos de amor, de preocupación por el otro, que quieran vivir según Evangelio. No podemos seguir mirando atrás, llenos de odio, con ganas de venganza. Necesitamos escuchar la palabra de Dios y llevarla a nuestro corazón. Ella sí puede transformar nuestras vidas con un cambio con repercusiones sociales.

Cuando se habla de las relaciones humanas, se mencionan muchas clases: positivas y negativas, de amigos y enemigos. Qué bueno si nosotros, llenos del espíritu de Dios, pensáramos simplemente en la necesidad de amarnos sin límites; poder sentir la alegría de saber que en nuestro corazón sólo existe el amor.

En un mundo tan lleno de odios y rencores, pensemos en tantas personas cuya grandeza a nivel mundial fue fruto de la presencia del amor infinito de Dios en sus corazones: Madre Teresa, Gandhi, Luther King, Nelson Mandela, pero sobre todo tengamos siempre la mirada en nuestro gran modelo, Jesús. Que nos dice: “ámense unos a otros, como yo los he amado”.

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