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Lo que puede la fe en Jesús

Cuando leemos esta parábola, no podemos más que exclamar como Jesús: “Mujer, qué grande es tu fe”. Yo quisiera, amigo lector invitarte hoy a pensar en todo lo que lograríamos si tuviéramos parte de la fe de esta mujer para buscar a Dios

27 de junio de 2021 Por: Arquidiócesis de Cali

Escrito por: Monseñor José Soleibe Arbeláez, obispo de Caldas

En el Evangelio se nos presenta el caso de una mujer que desde hacía 12 años sufría un flujo de sangre, enfermedad que no había podido ser curada, aunque para lograr su curación se había gastado toda su fortuna, solo que, en vez de mejorar, se había puesto peor, por lo que, humillada, sola, sin esperanza, se acerca a Jesús avergonzada y temerosa, pero con la esperanza enorme de ser curada. Su gran fe en el Señor, la lleva a pensar en la posibilidad de una vida más digna, más sana. No vio la necesidad de interrumpir al maestro pidiéndole esa gracia, pues por su fe profunda tenía claro que, si el poder de Jesús era infinito, más grande todavía era su amor por nosotros, por lo cual, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría. Y de hecho así fue.

Cuando leemos esta parábola, no podemos más que exclamar como Jesús: “Mujer, qué grande es tu fe”. Yo quisiera, amigo lector invitarte hoy a pensar en todo lo que lograríamos si tuviéramos parte de la fe de esta mujer para buscar a Dios y tenerlo presente en nuestros hogares, en nuestra patria, en nosotros mismos para poder cambiar y se más protagonistas en la construcción de un mundo nuevo.

Qué bueno tener en nuestros hogares una fe grande en el Señor, capaz de transformar y hacer crecer la familia en el amor, con principios; que los maestros, volvieran a ser maestros de verdad, que dan vida, cultura, fraternidad; donde los colombianos nos dijéramos: si nos dejamos tocar por Jesús, terminaría este flujo de sangre, esta violencia que durante tantos años ha corrido en nuestra patria, y en la cual se han invertido fortunas enormes para acabarla , y sin embargo, en vez de mejorar, es cada vez peor.

Qué maravilloso sería si, así como una mujer del pueblo sola, humillada, sin esperanza, pero con una fe profunda en el señor, lo buscó y en él encontró su salvación, así también nosotros, pueblo de Dios, centráramos nuestra vida en Jesús, con la seguridad de que solo en él tendríamos la esperanza, enorme de logra una vida más digna, más completa, con más ganas de ser vivida de manera plena y útil, sin tanta violencia, egoísmo e injusticia.

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