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¿Generaciones ‘sin familia’?

La pertenencia a una familia humana y a la del Hijo de Dios, sean el bien que a ninguno se le niegue, para que la felicidad renazca bajo cada techo, en cada humano viviente.

30 de diciembre de 2018 Por: Arquidiócesis de Cali

Por: Monseñor Darío de Jesús Monsalve, Arzobispo de Cali

Viene a mi memoria la novela del francés Héctor Malot, escrita en 1878, titulada ‘Sin familia’, y cuya lectura escuché en mis años de adolescencia.

Recuerdo la figura de Remi, el niño abandonado en una calle de París, recogido por un hombre y adoptado en su hogar. A los 8 años descubre que quienes lo tenían como hijo no eran sus padres e inicia el drama de irse a buscar a sus verdaderos progenitores, acompañado de su perro Capi y de Matías, otro niño extraño y prodigioso con el que traba amistad.

En el Evangelio de este ‘domingo de la Sagrada Familia’, el último del año civil, viene algo impactante: María y José descubren, después de tres días de camino en caravanas distintas, que el niño Jesús no estaba con ninguno de los dos. Regresaban de Jerusalén a Nazaret y debieron deshacer lo andado e iniciar la angustiosa búsqueda del hijo de 12 años que se les perdió, hasta llegar al dichoso reencuentro con él.

Hoy en día, pareciera que el drama de Malot fuese la norma: generaciones enteras vienen de familias rotas o, incluso, imposibles de identificar por hijos ‘de padres desconocidos’. Los ‘sin familia’, las listas de niños ‘que buscan a su familia’ o viven el desasosiego de no conocerla, son ya por montones.

De la de la famosa novela y del texto ejemplarizante de la familia de Jesús, nuestra realidad nos mueve a recuperar a los esposos, a los padres, a los hijos, a los hermanos, al ‘hogar, dulce hogar’ de toda vida humana. Y a mirar esa segunda familia, la que Dios inició, no ya con Adán y Eva, sino con María y José, en cuyo seno se hizo Dios hombre, hijo de familia, para hacer de cada ser humano un hijo de Dios y de María, miembro del hogar de Cristo Jesús.

La pertenencia a una familia humana y a la del Hijo de Dios, sean el bien que a ninguno se le niegue, para que la felicidad renazca bajo cada techo, en cada humano viviente.

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