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Fin de la guerra

El ánimo de la guerra se nutre de la savia venenosa del...

22 de abril de 2012 Por: Arquidiócesis de Cali

El ánimo de la guerra se nutre de la savia venenosa del rencor y se apuntala en el instinto de poder. Las heridas reclaman venganza de lado y lado, razón por la cual el objetivo constante es herir, causar bajas, contar cadáveres. Fuego y lenguaje se unen para mantener este ánimo belicista sin fin. Los apuntala el incentivo: ventajas salariales, estímulos, negocio de armas, crecimiento de ejércitos, equipos y demás. Y allí entran lo político, lo jurídico y los ‘intereses oscuros’ de la mano tenebrosa, mal llamada ‘negra’. El narcotráfico y el mercado de armas encabezan la industria lucrativa de la guerra interna, de la violencia como pandemia. ¿Cuántos años más llevaremos este matadero y este cementerio encima y debajo de Colombia? ¿“Quién nos removerá la piedra del sepulcro” en el que hemos enterrado la paz? Así lo preguntaban las mujeres que volvieron a la tumba del Crucificado al tercer día, en un amanecer de Domingo.La gran sorpresa es que la Paz les llegó, no como un estado de ánimo contrario a la guerra ni como una situación social o política, o una negociación: la Paz es Alguien que rompió por dentro la muerte y la quitó como barrera que despedaza la voluntad de vivir.No hay paz sin reencuentro con la vida como vocación infinita, como realidad abierta a la perfección sin límites. La paz exige amar la vida propia y ajena, jugársela por la vida de todos. Y allí comienza lo nuevo. Se prolonga la vida a través del perdón. Esa ‘capacidad máxima de darse uno por los demás’ (‘hiper–don’) es la que hay que perseguir de fondo. La paz se encuentra cuando nos reaparece la vida, ‘el autor de la vida’, Jesús, y a ella le aplicamos una cultura de perdón y transformación. Es la resurrección de la paz.Que la fuerza del Resucitado empuje la voluntad de toda Colombia hacia una primera meta: PONERLE FIN A LA GUERRA.

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