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El sínodo panamazónico

unque es claro su rol espiritual y que su primera preocupación es el Reino de Dios, a los hombres a los que se dirige su mensaje también hay que ayudar a salvarlos de las garras del pecado, de la destrucción y de la muerte.

24 de febrero de 2019 Por: Arquidiócesis de Cali

Por: monseñor Rubén Darío Jaramillo Montoya, obispo de Buenaventura

El Santo Padre tiene entre sus múltiples preocupaciones el tema de la ecología. Desde el documento ‘Laudato sí’, en muchos espacios el papa Francisco sigue insistiendo en la necesidad de defender y cuidar entre todos esta tierra creada por Dios. Pero a nivel mundial está claro que la región Panamazónica, conformada por la superficie de los países que tiene jurisdicción o territorio en la cuenca hidrográfica del río Amazonas, es un territorio fundamental para el sostenimiento de todo el Planeta.

La convocatoria en octubre de 2019 para este sínodo es una esperanza de reflexión que la Iglesia hace para mirar su papel en torno al gran pulmón del mundo. Aunque es claro su rol espiritual y que su primera preocupación es el Reino de Dios, a los hombres a los que se dirige su mensaje también hay que ayudar a salvarlos de las garras del pecado, de la destrucción y de la muerte. Por eso que hay que pensar en la custodia de la dignidad y del respeto por todos los seres humanos y del medio ambiente que los rodea.

Colombia tiene una buena participación del territorio amazónico; pero hay regiones anexas que forman un ecosistema mucho más amplio y que también están llamadas a ser cuidadas. El territorio de Buenaventura goza de innumerables riquezas ecológicas. Por mencionar solo una parte quiero referirme al Parque Nacional Natural Uramba-Bahía Málaga, ubicado en la porción media de la Costa Pacífica colombiana. Este santuario alberga una inmensa diversidad de especies de fauna y flora continental y marina. Es el destino anual de la migración estacional de la ballena jorobada que arriba a estas aguas con fines reproductivos y la cría de sus ballenatos. Pero también hay muchas especies que están amenazadas a nivel global y nacional, entre ellos ciertos bivalvos como la piangua, gasterópodos como los caracoles, crustáceos como los camarones y peces como los caballitos de mar.

En esta región se encuentran reportadas 1396 especies divididas en nueve grupos de animales y vegetales: 300 plantas vasculares, 254 moluscos, 240 peces marinos, 237 crustáceos, 107 aves, 68 poliquetos, 37 algas, 28 equinodermos, 30 mamíferos costeros, 18 esponjas, 18 cnidarios, 12 mamíferos acuáticos y muchos animales marinos. Se han detectado 14 peces dulceacuícolas, 17 reptiles, 10 anfibios y gran variedad de hongos e insectos. La abundante riqueza maderera es otro de los dones maravillosos que Dios otorgó a esta tierra: el mangle, la palma, guayacán, nato, roble, sajo, cuángare, abarco, caraño, chibuga, cedro, choiba, chonta, chapul, comino, caracolí, cocobolo, chanul, son algunos de los árboles que hacen parte de la rica diversidad. Además hay que destacar que existen 106 especies de palmas que son utilizadas para la construcción porque sus hojas y sus tallos son de buena duración y muchos de sus frutos enriquecen la gastronomía de las familias. Se estima que en este territorio hay 400 especies de árboles, 800 de invertebrados y 4.500 de otras plantas.

Esta riqueza natural que tiene este territorio es solo una muestra de la importancia que tiene el sínodo panamazónico, porque nos va hacer reflexionar sobre la riqueza que Dios nos ha dado y las responsabilidades que cada uno de nosotros tenemos en el cuidado de esta ‘casa común’ llamada tierra.

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