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El que come este pan vivirá para siempre

Por muy fuerte o poderosa que una persona se pueda considerar, siempre...

22 de junio de 2014 Por: Arquidiócesis de Cali

Por muy fuerte o poderosa que una persona se pueda considerar, siempre el hambre le estará recordando aquella ineludible realidad: la fragilidad de su vida.Si hay una verdad en la que absolutamente todos los seres humanos estamos de acuerdo, aunque parezca obvia, es que sin alimento es imposible vivir. Podrá faltarnos cualquier cosa en la vida, pero nunca el alimento. Es lo que nos nutre y nos sostiene en las luchas cotidianas.La Solemnidad del Corpus Christi, que hoy celebramos los creyentes, nos recuerda que lo mismo sucede con nuestro espíritu. En efecto, el Señor Jesús nos dice en el Evangelio de este día: “Les aseguro que si no comen la carne del hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes” (Jn. 6,53). Esta verdad, sin embargo, es obvia únicamente para los creyentes. Para quienes creemos que la vida no es simplemente una lucha por sobrevivir, sino que es un proyecto humano que sólo tendrá sentido en la medida en que lo proyectemos hacia la eternidad. Para quienes creemos, sobre todo, que necesitamos del amor y de la vida divina, porque hemos experimentado que solos nos quedaríamos enredados en nuestras pasiones y egoísmos…Qué maravilloso que también en este día el Señor nos garantice que si nos alimentamos con la Sagrada Eucaristía, es decir con su cuerpo y con su sangre, expresión además de nuestra comunión con Él y con nuestros hermanos, no moriremos para siempre. Nos ha dicho el Señor: “El que come este pan vivirá para siempre” (Jn. 6,58). Gran promesa para quienes en el fondo del corazón creemos que nuestra vida no es un caminar hacia el sepulcro, sino que nos dirigimos hacia la eternidad. Para quienes anhelamos el encuentro definitivo con Dios nuestro Padre.Que nuestra preocupación cotidiana, por tanto, nos lleve a buscar no sólo el pan material para todos sino, sobre todo, aquel Pan Vivo que ha bajado del cielo. El que nos da el Hijo del Hombre. El que nos garantiza la Eternidad.

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