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El papel de la iglesia

En medio de tanta información falsa, se necesita deponer todos los egoísmos y hacer que la razón vaya guiando el camino de nuestra nación hacia un desarrollo más uniforme y con justicia social

19 de junio de 2021 Por: Vicky Perea García

Por: monseñor Rubén Darío Jaramillo Montoya, obispo de Buenaventura

El Concilio Vaticano II enseña que el papel de la Iglesia en el mundo es ser Lumen Gentium: “Luz de las gentes” (LG 1). Pero el maestro de Galilea ya lo había dicho cuando en el monte de las Bienaventuranzas proclamó: “Ustedes son la luz del mundo” (Mt 5,13).

Muchas personas quisieran que la Iglesia se limitara solo a los asuntos espirituales, a las sacristías o a lo meramente religioso. Se les olvida que a los seres humanos a los que se dirige la Iglesia, son seres que viven en relación, consigo mismos, con los demás, con la naturaleza y con Dios.
Que experimentan las debilidades de la enfermedad, la pobreza, las injusticias y todo tipo de limitaciones, como también las alegrías, las realizaciones y los éxitos. Por lo tanto es a toda la persona a la que la Iglesia tiene que salvar llevándola de la oscuridad a la luz.

Durante estos días, la Iglesia ha sido llamada por varios actores de este paro para que ofrezca sus mejores oficios en el papel que sabe hacer muy bien. Así hemos visto una importante tarea de la Iglesia en zonas fundamentales para el desescalonamiento del conflicto. Hemos visto cómo, junto con la ONU, se ha podido estar en la mesa de diálogos. También en el desarrollo de los diálogos regionales o locales. Se ha buscado a la Iglesia como eje aglutinador que genera confianza en todos los actores por antagonistas que parezcan.

He ahí el papel de los señores obispos , sacerdotes, e inclusive líderes espirituales: Ser luz en medio de tanta oscuridad, tratar de llegar a la verdad en un mundo lleno de mentira; encontrar tranquilidad y facilitar el diálogo en las distintas mesas de conversación o en los mismos diálogos sociales que se han venido dando en el país. La actitud serena y mesurada de la Iglesia ha ayudado para mantener como principio el diálogo y no de confrontación. Los llamados constantes que se han realizado para buscar la vía del diálogo como única salida posible sin poner en peligro la vida de muchos hombres y mujeres, ha permitido que sea esta la salida mejor. Este es un servicio eclesial desinteresado, silencioso, pero efectivo.

En medio de tanta información falsa, se necesita deponer todos los egoísmos y hacer que la razón vaya guiando el camino de nuestra nación hacia un desarrollo más uniforme y con justicia social. Se necesita menos pasión y más razón. Se debe buscar llegara a consensos y no a imposiciones. En este sentido la Iglesia siempre ofrece un muy buen servicio y sólo pensando en el bien general por encima del bien particular.

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