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El amor es la plenitud de la ley

Amor es una palabra que nos sacude interiormente. Es sentimiento, es sacrificio,...

26 de octubre de 2014 Por: Arquidiócesis de Cali

Amor es una palabra que nos sacude interiormente. Es sentimiento, es sacrificio, es ilusión, es entrega, es perdón, es todo esto y mucho más. Nunca podremos describir suficientemente el amor, pues nos sobrepasa. En el Evangelio de hoy, a Jesús le preguntan por el mandamiento más importante de la ley, el principal de todos. Es una pregunta con la cual lo quieren sorprender, como en el texto del evangelio de la semana pasada, cuando le preguntaban si debían pagar o no el impuesto al César.Hoy, si Jesús no responde así: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” seguramente lo acusarán de desconocer la ley, de ser maestro que enseña erróneamente al pueblo, que es digno de muerte… pero él añade algo más que no se lo esperaban: “este el primero y más grande mandamiento, pero el segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos está toda la ley y los profetas”. Hablar de la ley y los profetas es hablar de todo el Antiguo Testamento. Es decirles que todo lo demás que está contenido en las sagradas escrituras se resume en el amor a Dios y al prójimo. ¿Cómo amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente? Asumiendo la propia existencia a fondo, poniéndole todas las ganas, todo el entusiasmo y toda la ilusión. Para unos papás el orgullo más grande con relación a sus hijos es verlos triunfar, salir adelante, desarrollarse lo mejor posible. Dios es muestro Padre y en la medida en que hagamos de la vida lo mejor y entendamos la oportunidad que tenemos de ser visibles durante unos años, le estamos diciendo a Dios con la vida que le agradecemos que sea nuestro Padre y que esperamos demostrarle así que lo amamos de verdad. Es amarse así mismo, amando su familia, su época, su entorno; es acudir a El, con total confianza y con humildad para que nos salve, nos transforme interiormente, nos fortalezca y nos llene de su presencia. Por eso, amar al prójimo como a sí mismo hace que cada uno mire dentro de sí la propia realización de su existencia y la presencia amorosa de Dios interiormente y mire a su alrededor, para examinar si su vida está beneficiando a los demás o no, si los respetamos, si les servimos, si nos preocupan los más necesitados y pobres, pues no se puede amar a Dios a quien no vemos si no amamos al que vemos, nos dice san Juan.

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