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Atesorar en el cielo

Son muchas las compañías de seguros y las corporaciones de ahorro que invitan a aprovechar las oportunidades y facilidades para que los clientes salgan favorecidos en sus pretensiones económicas.

11 de agosto de 2019 Por: Arquidiócesis de Cali

Por: monseñor José Roberto Ospina Leongómez, obispo de Buga


Son muchas las compañías de seguros y las corporaciones de ahorro que invitan a aprovechar las oportunidades y facilidades para que los clientes salgan favorecidos en sus pretensiones económicas.

En el evangelio de hoy, Jesús nos invita a ser ricos ante Dios, a ahorrar y a atesorar en el cielo.

“Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame”.

Él nos enseña que debemos estar con la cintura ceñida (expresión que indica disposición para servir) y encendidas las lámparas (expresión que hace pensar en los demás, pues la lámpara ilumina a otros y no es para sí misma) en espera que llegue el que nos entregó la administración para darle cuentas.

Nuestra vida, desde este punto de vista, está en función de los demás y no de nosotros mismos... Somos administradores y no dueños.

Todos estamos llamados a trascender y a ser más cuidadosos en el manejo del tiempo, de los bienes y de las oportunidades que nos ofrece la vida, pues, como nos decía él evangelio de la semana pasada, hay que evitar la ambición y la codicia, pues la vida es transitoria y nos morimos en cualquier momento. Jesús continúa reforzando esta idea con las reflexiones de hoy: “Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.

Todo lo que damos de tiempo, conocimientos, bienes, amor, lo eternizamos. “Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá”.

Si hay tanto afán por ahorrar y tener seguros en esta vida, seamos sabios para ser ricos ante Dios y no ante los hombres: que el tiempo de dar sea tuyo y no de tus herederos.

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