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¡Ámense unos a otros!

Ojalá tantas personas que se aman y sirven a los demás en forma desinteresada, sean miradas como el testimonio claro de la fuerza del amor de Dios, colocado en nosotros.

14 de mayo de 2022 Por: Arquidiócesis de Cali

Monseñor José Soleibe Arbeláez, obispo de Emérito de Caldas, Antioquia.

¿Por qué amar y ser amado produce tanta alegría? Para los creyentes, la respuesta es sencilla, si recordamos que, en el último día de la creación, Dios dijo, "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gn. 1,26), y que esa semejanza no es por nuestro cuerpo, pues Dios no tiene cuerpo sino por el Espíritu, por nuestra capacidad de pensar y amar, cualidades que Él nos dio y que nos hacen totalmente distintos de todos los demás seres. Por eso, podemos mantener viva esa relación con Dios, nuestro Creador, y con los demás seres humanos, colocándonos aparte del mundo animal, que con amor debemos dominar, (Gn. 1,28).

Por eso, por más lindo que sea un perrito no podemos señalarlo como "mi hijo o mi nieto": él no es un ser humano como nosotros, ni es imagen de Dios. Ese saber que todo ser humano que viene a la tierra es fruto del amor de Dios, hace que nosotros comprendamos por qué nacemos con la capacidad y el deseo de amar y ser amados. Qué bueno vivir la famosa frase: "no ser amado, no es más que mala suerte, la desgracia es no amar y todos morimos hoy de esa desgracia". Decirme a mí mismo: “Si a mí no me quieren, no es más que mala suerte. La desgracia es que yo no ame".
Aunque la verdad es que, si yo amo, siempre habrá una respuesta de amor, que para nosotros además es un mandato del Señor, que en el Evangelio de hoy nos dice: "Hijos míos: Os doy un mandamiento nuevo; que se amen unos a otros como yo les he amado. La señal por la que conocerán a todos que son discípulos míos será que ustedes se aman unos a otros”.

Y esa es la gran desgracia del mundo actual, la falta de amor, no solo por el mal que hacemos sino también por el mal que nos hacemos nosotros mismos, pues nos sentimos culpables cuando hacemos el mal, no amando. Qué impresionante leer hoy estos versículos del Evangelio, qué contraste entre lo que Cristo tanto ha querido y esperado de nosotros y lo que somos en la realidad: tanto odio, tanta violencia, un mundo que le canta a la muerte. Ojalá tantas personas que se aman y sirven a los demás en forma desinteresada, sean miradas como el testimonio claro de la fuerza del amor de Dios, colocado en nosotros.

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