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Fue un buen 20 de julio

Lo primero que hay que registrar es que no les funcionó, como en las veces anteriores, el bloqueo de las grandes avenidas y vías del país, que abusivamente la Cidh llama como una insignificancia “cortes de ruta”.

22 de julio de 2021 Por: Armando Barona Mesa

El 20 de julio tiene reminiscencias en la sensibilidad de cada uno. De niño, para mí, eran los desfiles a los que nos llevaban del colegio con uniforme de vestido entero azul turquí y corbata negra. Veíamos al ejército marchar y unos aviones irrumpían los aires con sus hélices haciendo revistas y curvas forzadas. Ya en bachillerato los aviones jet dejaban una estela oscura, mientras los motores ultrasónicos aturdían a los pobres espectadores, es decir, a nosotros que temblábamos.

Y como dice la canción, “el tiempo pasó…”; y un día estaba yo en Bogotá caminando por la séptima hasta el Capitolio. Allí brillaba la democracia, mientras mi timidez me aturdía al entrar al salón Elíptico y ver, en su momento, a los diferentes presidentes de la República instalar el Congreso, después de un discurso –oí tantos- esmerado, de alto contenido para un país que oía y veía los actos programados en una televisión ya a colores.

Hace dos días estuve pendiente desde las horas de la mañana. Se había anunciado que los enemigos de Colombia, dentro de los cuales están los vándalos que se hacen llamar la “primera línea”, preparaban un golpe de terrorismo aciago que fue descubierto. Iban a incendiar a Cali.

Estos personajes han tratado de arrinconarnos bajo el apoyo de los mamertos de viejo y nuevo cuño y de los medios de comunicación con unos periodistas entregados, que han intentado imponer con sus redes mentirosas la idea de que el actual es un gobierno dictatorial y asesino. Vaya una gran infamia.

Lo primero que hay que registrar es que no les funcionó, como en las veces anteriores, el bloqueo de las grandes avenidas y vías del país, que abusivamente la Cidh llama como una insignificancia “cortes de ruta”.
Hicieron alboroto e hirieron a muchos policías; pero no lograron imponerse en un día que consagra la libertad del país.

Fue patriótico y emocionante oír al joven presidente Iván Duque Márquez. Un discurso de cerca de una hora, es decir relativamente breve, en el que el primer mandatario mostró la democracia que lo inspira y lo guía. Pero sin debilidad ante el crimen. Bajo el amparo de la Constitución, es respetada la protesta, pero los desbordamientos de los derechos que hacen los vándalos son un grave delito que deben perseguir las autoridades judiciales.

Fue un discurso de estadista consciente de sus obligaciones sociales y así lo dijo, en el cubrimiento de los programas del gobierno que amparan a la juventud e intentan cubrir los desastres económicos causados por la pandemia. Habrá un colosal esfuerzo para la vivienda de interés social, para la educación y para subsidiar a los jóvenes y a la gente pobre. Pero no cabe que fomenten el odio de clase, alimentado en la mentira y a cualquier precio.

El presidente fue tan elocuente y sincero, que el señor Petro prácticamente desapareció de la escena, aún cuando los violentos anuncian un nuevo partido político de respaldo al mamertismo petruano.
Poco a poco se va descubriendo ese engaño que sueña con convertir a Petro en cualquier Daniel Ortega o el tal Castillo, ignorante y torpe, que acaba de llegar al Perú en medio de insidias y falacias.

Ah y otra cosa: gran parte de ese mamertismo se despedazó en ese Congreso que aplaudía con emoción a Duque y se ponía de pies. Una observación final: no habrá extrema izquierda unida, porque ellos saben odiar aún a quienes eran sus amigos la víspera.
Sigue en Twitter @BaronaMesa

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