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Pasión y vida de Benedicto

Voy a Roma, y por la gracia de Dios y de...

24 de febrero de 2013 Por: Antonio José Caballero

Voy a Roma, y por la gracia de Dios y de la vida que me dio, seré testigo directo del Cónclave que elegirá al sucesor del papa Benedicto XVI, quien se atrevió a renunciar a una de las dignidades más respetadas del mundo a pesar de los tiempos que vivimos. Creo que Benedicto renuncia honestamente, con la verdad y por la verdad. Decía un colega suyo, el teólogo y filósofo de Hipona, Agustín: “Veritas et dulcis et amara. Quando dulcis est, parcit, et quando amara curat”. La verdad es dulce y amarga. Cuando es dulce perdona y cuando es amarga cura.Fue lo que pasó en años de pontificado del cardenal teólogo Joseph Ratzinger. Un hombre de lecturas profundas, un huésped permanente de las bibliotecas, un profesor de muchos seminarios del mundo. Un intelectual alemán al que sus compañeros cardenales decidieron elegir como un Papa de transición después de toda la herencia mediática de su antecesor. A él le correspondió enfrentar de la manera más rápida problemas como la pedofilia en el clero, los escándalos de malversaciones y negocios mafiosos en la Banca Vaticana, los perdones históricos de la Iglesia de Roma, las deserciones de sacerdotes que reclaman libertad conyugal y de mujeres que solicitan tratamiento igualitario a nivel del sacerdocio. Sin contar herencias dejadas por su jefe querido que lo encargó de la defensa de la Doctrina de la Fe, antes llamada inquisición.Obviamente, este tren era inaguantable para el alemán rígido, tímido y profundo que andaba en las profundidades de los dogmas, la filosofía y la teología. Desde su primer saludo en el balcón de San Pedro expresó ese mensaje de lejanía y temor por el peso encargado: “No sé cómo mis compañeros han escogido a este humilde trabajador de la viña del Señor”.Las traiciones internas no se hicieron esperar, y la deslealtad encarnada por su mayordomo Paolo Gabrielle que tiene muchas más conexiones de monseñores y cardenales de la Curia fueron sumando para arrinconar y consumir el Papa que decidió bajarse de la cruz y no continuar al timón de la barca de Pedro que deja en medio de la tempestad.Había que frenar un poco el bus de la Iglesia ya de por sí en neutro desde los tiempos de Juan XXIII, que había dado acelerador a través del Concilio Vaticano II, en el cual Ratzinger protagonizó algunos pasajes como revelación de los obispos nuevos, al igual que lo hizo Wojtyla, el polaco que venía de la Iglesia del Silencio.El próximo jueves asistiremos a un momento histórico. Después de 500 años, un Papa de Roma deja su dignidad. Comenzará una ‘sede vacante’ al mando de uno de los conflictivos, el camarlengo Tarcisio Bertone. Se iniciará entonces la pugna por el trono del Pescador. Y aunque el Espíritu Santo ayudará, la situación terrenal de la Iglesia exige rapidez para no mostrar divisiones; suma inteligencia para resolver los problemas y juventud, fortaleza y carisma para enfrentar la tormenta.Todos los ojos mirarán la chimenea de la Sixtina para saber si hay elegido. El nombre será pronunciado en la voz del cardenal francés, Jean Louis Touran, vice-camarlengo que entonará el “Habemus Papam”.Cuando pienso en todo esto se me viene a la cabeza ese gran amigo de Colombia, el cardenal canadiense Marc Ouellet. Una vez le preguntaron por el papado y respondió: “Sería una verdadera pesadilla”. Colombia, que en el pasado Cónclave tuvo tres cardenales, esta vez sólo tendrá a su primado Rubén Salazar.