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Las desgracias del fútbol

El tema no es nuevo y ya tocó fondo. Lo que pasa...

12 de septiembre de 2010 Por: Antonio José Caballero

El tema no es nuevo y ya tocó fondo. Lo que pasa es que como dice un amigo, “en Colombia el fondo es de plástico y se estira cada vez que queremos sacarle el cuerpo a la realidad y no enfrentar el problema”.Se trata de esa olla en que se cocina el fútbol colombiano. De todos esos rumores que lo rodean sobre quiénes lo manejan. Y de dineros que se pierden en su viaje de la taquilla del estadio a la casa de algún directivo. En fin, se trata del hambre y la miseria que pasan los jugadores del América, del Pereira, del Cortuluá, del Pasto y, como esto siga así, de los demás equipos profesionales del fútbol colombiano.Hace un tiempo escribí una columna sobre ‘la mechita’. Pero ahora el problema va in-cressendo, y me parece que sólo quedan dos o tres equipos que están al día en sueldos, sin atreverme a decir si cumplen con las prestaciones, premios y seguridad social de sus jugadores.La semana que pasó se realizaron reuniones con la Dimayor, Coldeportes, Federación, directivos y asesores. Para nada. Es el mismo perro con distinto lazo. Son las mismas respuestas dadas por los mismos pero con otros vestidos. Esa tal autorregulación y esa amenaza del gobierno de “meterle mano” al fútbol es un verso que ya conocemos y sabemos en qué termina: en que la FIFA amenaza al gobierno y a los guapos con sancionar a Colombia. Claro, esto no puede suceder, y entonces todo para atrás.Lo que sí quiero denunciar es que esto ya pasó de lo deportivo a lo humano. Mientras los directivos colombianos dicen solucionar el problema con dos promesas incumplibles, los muchachos que un día vieron la posibilidad de cumplir su sueño de brillar en un deporte de multitudes, hoy tienen que pelear por su comida diaria, vender su primera casita donde querían formar su familia, empeñar el carro o recibir tomates y huevos de los vecinos para poder comer con su esposa embarazada o con sus hijos en edad de crianza.Por ejemplo, el miércoles pasado, John Harold Viáfara debía salir de su apartamento en Pereira por no pagar el arrendamiento. La razón: a él no le pagan hace dos meses en el equipo. Pero además le deben los dos meses que jugó con el deportivo Táchira en Venezuela. Y a su vía crucis se suman los cuarenta y cuatro millones de pesos que le adeuda el América. ¡Qué vergüenza de directivos que siguen tan campantes en la lista Clinton sin ni siquiera aclarar qué van a hacer y cuando van a salir, si es que pueden, de ese pantano que enloda una institución que sigue siendo ‘la pasión de un pueblo‘!Y Gerardo Meza, que se ha pegado dos estrelladas contra las puertas del América cuando ha ido a reclamar lo que le deben. No lo conocen los porteros. No le dan la cara los deudores. No hay fórmulas de arreglo y su señora está a punto de tener un hijo que nacerá en este marco de angustia y de vergüenza. Este muchacho, al que también le debe sueldos el Cortuluá, tuvo que regresar ‘al hotel mama’ para poder comer y no sacar sus hijos del colegio.Son sólo dos casos de los muchos que podríamos contar. Dos de varias decenas de jugadores del fútbol que están en la calle. Sus directivos se quejan de las taquillas “porque la gente no volvió a los estadios”. Y me pregunto: ¿a ver qué, unos equipos con jugadores que se desmayan en los entrenamientos porque no han desayunado?