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De nuevo perdió el pueblo

Tuvieron que morir 7 venezolanos y 1 colombiano, y quedar heridas 61...

21 de abril de 2013 Por: Antonio José Caballero

Tuvieron que morir 7 venezolanos y 1 colombiano, y quedar heridas 61 personas de la calle, según cuentas de la fiscal general Lucía Ortega, para que la mediocridad política de Venezuela se pusiera de acuerdo en que las cosas, por las buenas, dan mejores resultados que los insultos de campaña y las amenazas de tribuna agrediendo al contendiente.Qué vergüenza el espectáculo de los dos candidatos en este país. Ningún proyecto para levantar la economía. Ninguna solución para surtir los supermercados que cada vez muestran los frigoríficos más vacíos. Nada que haga pensar que los siguientes seis años van a ser de recuperación de Venezuela en trabajo y en producción. Solo la invocación eterna a Nuestra Señora Pdvsa para que no falle el petróleo que les dio la vida eterna.Nicolás Maduro, salvado de las aguas por Unasur en Lima, usando el lenguaje de la pelea callejera, del matón del barrio: “Vengan que aquí los estamos esperando. ¡No volverán, escuálidos!”. Y Capriles, nada de nada: “Eres un ilegítimo. El tuyo es un gobierno de mientrastanto”.. Pero de proyecto, de programa, de futuro en educación, en salud, en trabajo, ¡nada!Y ni hablar de la Asamblea Nacional. Diosdado Cabello sacó el teniente que lleva dentro con milicias bolivarianas incluidas para amenazar a los opositores parlamentarios prohibiéndoles la palabra, lo más sagrado que tiene el hombre, y amenazándoles física y verbalmente hasta el microfonazo al diputado Julio Borges, con 18 puntos en la frente. Y el quemonazo de agua aromática hirviendo en la cara de la diputada Dinorah Figuera, quien tuvo la frase oportuna: “Si nos sacan por la puerta entramos por la ventana para denunciar los atropellos”. Un analista político me dijo: “Maduro se gastó en 4 meses la herencia que dejó Chávez de 16 años de trabajo”. Y otra de la calle: “Convirtieron a Maduro en un muñeco del Comandante que quería hacer las cosas que le quedaban bien a Chávez pero que nunca identificaron con el Canciller serio y efectivo que lo acompañó siempre, como fiel escudero”.Y al otro lado, nada de nada. Salió como lo que es él, un muchachito “de la gran clase” que está “encaprichado con la Presidencia de su país, pero el rollo no le alcanza para diagramar un programa que, al menos, anuncie la recuperación económica de Venezuela”.Lo peor es que no hay más. Lo fatal es que el país está dividido por la mitad y la posibilidad de reconciliación es remota. Lo que aceptó Maduro en Lima, arropado por sus cancilleres amigos, han debido hacerlo los dos, Capriles y el presidente electo, antes de los muertos y los heridos causados por la intolerancia que se toma a la patria de Simón Bolívar.Ellos, los 8 muertos y los 61 heridos casi que anónimos, recordarán una de las páginas que se veían venir en esta América india, negra y mestiza. Ojalá sirva esa sangre para prevenir lo que puede pasar aquí también, por los mismos errores, por los mismos insultos, por la misma mediocridad política en que nos movemos. Por la misma distancia entre lo que quiere el pueblo y lo que dan sus dirigentes en esa eterna pelea en la que perderá el elector que casi siempre le da el voto al que nunca lo merece.