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Solidaridad con el Campestre

No se si el alcalde Ospina esté conciente de la pésima señal...

3 de enero de 2011 Por: Antonio de Roux

No se si el alcalde Ospina esté conciente de la pésima señal que está dando su administración por intermedio de la Oficina de Catastro, cuyo director ha querido desconocer 80 años de propiedad legítima y posesión pacífica del Club Campestre sobre los terrenos de su sede. El funcionario, incluso, ha llegado a tachar de fraudulenta una propiedad limpia, consolidada a la vista de todos los caleños. Lo que se está presentando allí es un ataque frontal al espíritu asociativo de los ciudadanos. La cuestión no es de poca monta. El capital social de un pueblo se mide por su capacidad para establecer relaciones armónicas y de confianza. Esa confianza resulta indispensable para materializar emprendimientos y acceder al desarrollo. En este propósito las asociaciones, las corporaciones, los clubes, tienen un valor insustituible. Bien es conocido que el municipio en nada contribuye a fortalecer esas entidades, pero al menos debería evitar perjudicarlas. Lo del Campestre no es mera coincidencia. En cierto círculos políticos regionales ven los clubes, especialmente a los tradicionales, como un blanco fácil del populismo. Quienes funcionan dentro de esa lógica están equivocados. El problema no es que existan clubes como el Campestre, el Cauca, el Colombia, los Farallones o el Club de Ejecutivos. El problema es que no tengamos mil o más de esas entidades, organizadas según las capacidades e intereses de los distintos participantes; ubicadas a lo largo y ancho la geografía vallecaucana. El Club Campestre no es el latifundio exclusivista de unos ricachones. Lo integran 1.500 familias, cerca de 7.000 personas considerando a los beneficiarios. En buena medida son individuos que no tienen la manera de pagarse una finca o un veraneadero. Incluso si se mira la conformación socioeconómica de los accionistas, se encontrará que en su gran mayoría son asalariados. Aunque no pertenezco a esa entidad sé de que estoy hablando. Mi padre fue un empleado sin mayores medios de fortuna, pero logro mantener una Acción del Campestre a lo largo de la vida. Por eso varios de mis hermanos al igual que yo, pudimos encontrar en ese sitio las actividades necesarias para el crecimiento físico y el de los afectos.Hay otro aspecto a considerar. La existencia del Campestre ha tenido repercusiones muy favorables para la ciudad. Su fundación en el año 30 del siglo pasado propició la industrialización del Valle. Tanto los ejecutivos nacionales como los vinculados a las multinacionales, empresas que comenzaban a generar empleo y bienestar, tuvieron un lugar para el esparcimiento. Una razón adicional para permanecer e invertir aquí. A lo anterior súmense los beneficios ambientales. Gracias al Club, Cali cuenta con la reserva ecológica urbana más importante del País. Son miles las especies de mamífero, aves y reptiles que han logrado sobrevivir y multiplicarse en los espacios celosamente protegidos por la institución.El Campestre está dando la pelea en condiciones difíciles porque su adversario, el Municipio, tiene el doble carácter de juez y parte. Pero confío en que los tribunales tarde o temprano resuelvan el asunto a su favor. Eso es lo que corresponde en justicia y eso es lo que a Cali le conviene.