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Lo que no fue dicho

La historia de esta familia, su entorno, sus contradicciones y vacíos; la soledad, el desamparo de sus integrantes y también sus reencuentros, son narrados en esta bella novela que nos entrega José Zuleta Ortiz

18 de julio de 2021 Por: Vicky Perea García

“En Lisboa nos alcanzó la noticia: ‘Ha muerto tu mamá’, decía el mensaje de texto. No lloré. Entré en un retraimiento profundo. Silencio retrospectivo. Un dolor minucioso buscaba el extremo del hilo para rehacer el tejido. Los primeros recuerdos a su lado son frágiles, fragmentos de niñez, retazos de sueños. Lo cierto es que cuando tenía tres años mis padres se separaron y no la volví a ver ni a saber nada de ella hasta que tuve veintisiete. Mucho después, una vida después, cuando cumplió setenta y nueve me buscó. Estaba enferma. Quería contarme su vida y que yo le contara la mía. Empezó ella. Nos veíamos cada mes; yo viajaba a Bogotá y mamá contaba. Así se estableció una carrera entre la memoria, la distancia y la enfermedad. Grabé lo que decía. Durante sus narraciones se interrumpía para justificar decisiones y actos. Le dije que no había nada que explicar. La enfermedad comenzó a minarla y su memoria se fue quebrando, se repetía. Al final, parecía una cantante que ha olvidado sus letras, recordaba estrofas, pero ya no tenía consigo la canción. Allí precisamente me cedió el turno. Yo debía contar qué había sido mi vida sin ella. Cómo había sido mi infancia sin ella.
Ahora frente al hecho rotundo de su muerte, mi vida ignorada se impone con una nitidez nueva. Como una vindicación, como una canción que hay que cantar”. Este es el primer párrafo de la novela ‘Lo que no fue dicho’, que gira en torno a la vida de José Zuleta, el autor y sus hermanos.

Estanislao Zuleta, el padre de José, es referente principal del pensamiento colombiano durante la segunda mitad del Siglo XX. Sus ideas se registran en obras retadoras, y sus criterios en materia pedagógica se imponen en el ámbito doméstico. No creía en la educación escolarizada. Los hijos se formaron en la lectura crítica, las relaciones con la naturaleza, la escucha de disertaciones y debates que prominentes intelectuales libraban en la casa paterna.

Zuleta adopta la ideología socialista, pero rechaza de plano la lucha armada. Conoce bien el alma humana y lanza una advertencia cuya actualidad persiste: erradicar los conflictos no es una meta alcanzable, ni deseable, ni en la vida personal ni en la vida colectiva. Al contrario, se debe construir un espacio social y legal en el cual los conflictos puedan manifestarse y desarrollarse, sin que la oposición al otro lleve a eliminarlo, a reducirlo a la impotencia o al silencio.

La historia de esta familia, su entorno, sus contradicciones y vacíos; la soledad, el desamparo de sus integrantes y también sus reencuentros, son narrados en esta bella novela que nos entrega José Zuleta Ortiz, quien goza de merecido reconocimiento como cuentista y poeta.

José aporta la mirada de un niño y la de un adolescente perplejo, quien es beneficiario y en alguna forma víctima de aquellas relaciones tumultuosas. El joven protagonista se lanza en búsqueda del destino y de sí mismo. Lleva muchas preguntas y sentimientos confusos. Para orientarse le quedan como guías una lejana intuición sobre lo que desea hacer con su vida, el amor apasionado por la literatura y algunas frases que escuchó a su abuela Margarita Velásquez, a quien dedica el libro.

El libro refiere ese trasiego y contiene una mezcla seductora de la sensibilidad poética y fuerza narrativa. Una obra imperdible para estos días de verano y recogimiento covid.

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