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La Mara Caucatrucha

Francisco José Lloreda, Alto Consejero para la Seguridad y el alcalde Rodrigo...

1 de julio de 2013 Por: Antonio de Roux

Francisco José Lloreda, Alto Consejero para la Seguridad y el alcalde Rodrigo Guerrero, merecen ser felicitados por la realización del Foro sobre Prevención del Delito y la Violencia. El evento aportó experiencias y estrategias muy útiles para mejorar los índices de seguridad en nuestras ciudades. Una gran proporción de las conductas antisociales son perpetradas por la población juvenil. De este fenómeno no se salvan los estratos altos. Estudiantes de algunos colegios ‘bien’ andan enfrentados, dándose madera sin compasión ni tregua. Esto para no hablar de las barras bravas, que deberían llamarse Barras Cobardes porque solo agreden cuando están en montonera.Sin duda en algunos indicadores de seguridad se registran mejorías, pero lo observado en los sectores populares del Oriente, allá donde el río Cauca abraza a Cali, es alarmante. La actividad pandillera está adoptando el modelo de las maras centroamericanas, como la llamada Mara Salvatrucha. Las maras son en esencia asociaciones de jóvenes delincuentes, caracterizadas por su crueldad y sus alianzas con el narcotráfico. Aquellas pandillas locales han terminado al servicio de las estructuras criminales. Ahora se involucran en toda clase de tráficos; venden ‘servicios de seguridad’; extorsionan, y también asesinan por encargo. Como en otros centros urbanos tenemos niños sin escuela porque les prohíben atravesar una calle; familias obligadas a salir del barrio y comerciantes que no pueden abrir su negocio por no pagar vacuna. Muchas organizaciones y líderes sociales están amenazados. Los persiguen por adelantar programas benéficos sin contar con el permiso de los combos.Poner fin a una situación como la descrita supone ajustar los instrumentos represivos y preventivos que tengan falencias: al parecer la Policía no cuenta con suficientes efectivos en las comunas afectadas, y el perfil de los policiales bachilleres dista de ser el deseable. A esto se suma que el acercamiento a los pobladores y las labores de inteligencia requieren refuerzo. Por otro lado, se presenta escasez de fiscales para las judicializaciones, el Inpec no dispone de los cupos carcelarios requeridos y el desempeño del Bienestar Familiar deja qué desear.La cuestión se vuelve preocupante cuando se mira la pobre coordinación entre las entidades oficiales. El asunto podría resolverse mediante la Política de Prevención de la Delincuencia Juvenil, prevista en la Ley de Seguridad Ciudadana. Sin embargo, la expedición de esa política está pendiente, como está pendiente la revisión de la ley penal que es blandengue, y que lejos de disuadir induce los jóvenes a la criminalidad.Ahora bien, no todo puede centrarse en la represión. Hay que educar en valores y convivencia. Talleres formativos tendrían que ser obligatorios desde la primaria y extenderse a los padres de familia, así los muchachos dispondrían de guías y referentes. En los procesos de acreditación escolar, por otra parte, es preciso incluir el comportamiento social de los alumnos entre los criterios de evaluación, y resulta indispensable implantar sistemas para que los estudiantes usen bien su tiempo libre.En todo caso hay que actuar ya, apoyando los esfuerzos del Alcalde y del Alto Consejero. No podemos permitir que surja en Cali una Mara Caucatrucha.