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Guirigay

Encabezo este escrito con una palabra de uso común entre los vallecaucanos...

7 de noviembre de 2011 Por: Antonio de Roux

Encabezo este escrito con una palabra de uso común entre los vallecaucanos de antaño. Guirigay, dice la Real Academia, es la gritería y confusión que resulta cuando varios hablan a la vez o desordenadamente. Y un guirigay es lo que estamos viviendo en este departamento, por cuenta de los resultados de la elección para Gobernador. Las cifras electorales parecen cambiar a capricho; los contendores se trenzan en interminables batallas verbales, y el desconcierto es general.En el trasfondo de la situación hay algo inobjetable: no es posible tener una democracia confiable si se carece de un sistema electoral eficiente, transparente. Y es que aquí, como en otros lugares del país, pareciera haberse manipulado la voluntad popular. Resultados sorprendentes, altibajos en los conteos fueron de ocurrencia común.Las cosas no se dan de manera casual. El despelote electoral surge y continúa porque a alguien le conviene. Conviene a ciertos grupos políticos que permean la Registraduría, controlan sus operaciones, colocan fichas en los sitios donde pueden favorecerse sus intereses. El tiempo pasa y los ciudadanos comemos callados, rumiamos nuestra frustración. En el ámbito público donde hubo lugar para la esperanza se vuelve a declinar. Como le pasaría al Departamento del Valle que está a punto de empezar un viaje, quizás sin retorno, hacia lo más oscuro de su pasado.La solución para estas desventuras es fácil, está al alcance de la mano, pero no hemos querido exigirla. La fórmula consiste en dedicar la Registraduría exclusivamente a las tareas relacionadas con la identidad de las personas, mientras la función electoral pasa a un organismo apolítico e independiente. Lo anterior tendría que complementarse con la introducción del voto electrónico. Esta es la única manera de impedir los procederes indebidos. El sistema automatizado evita las urnas, donde siempre es posible que se hayan introducido previamente unos sufragios; elimina el conteo y la anotación manuales; hace innecesarios los escrutinios o reconteo. En síntesis desaparecen las tres oportunidades ahora vigentes, en las cuales se roba o altera una elección.Las reformas deberían ir más allá y alcanzar el campo institucional. Esta es la hora en que nos preguntamos sobre el sentido de mantener las Asambleas Departamentales. La del Valle cuesta cerca de seis mil millones de pesos al año, y ha dado muestras de ser un circo amaestrado. Muchos diputados se dedican a conseguir dádivas y recursos del Departamento para dirigirlos a sus electores. Por eso se entregan al gobernante de turno, aprueban sin mirar ni preguntar, no ejercen el control político al que estarían llamados. El resultado es previsible, la mayoría de los que ahora terminan sus funciones se encuentran empapelados por Contraloría y Fiscalía. Expidieron un cheque en blanco a la administración anterior para que adelantara las vigencias futuras. Claro está que hubo excepciones honrosas, como la de Christian Garcés, quien en el momento definitivo se negó a aprobar esa patente de corzo contra los intereses vallecaucanos.Afortunadamente los ciudadanos han ido tomando conciencia y en las elecciones de Asamblea se impuso el rechazo a este esquema. Son cerca de cuatrocientos mil los sufragantes que votaron en blanco o se abstuvieron de marcar candidato para esa corporación.