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El acuerdo que falta

Al igual que millones de colombianos, quisiera ser optimista sobre el resultado...

23 de marzo de 2015 Por: Antonio de Roux

Al igual que millones de colombianos, quisiera ser optimista sobre el resultado de las negociaciones adelantadas en La Habana. Pero cada vez percibo con mayor claridad que la guerra no podrá acabarse si tras la firma del armisticio nuestras instituciones continúan atrapadas por ciertos politiqueros. Unos individuos que sin acudir a tatucos, minas y secuestros, desde hace varios lustros han producido devastación y muerte al mejor estilo de las Farc.Curiosamente el Estado colombiano, tan cuidadoso en llevar memoria de las víctimas del conflicto, jamás se ha interesado en contabilizar las defunciones producidas por los sujetos mencionados, quienes en buena medida controlan la elección de alcaldes y gobernadores, hunden sus garras en las altas cortes judiciales y son el poder verdadero en el Congreso. ¿Cuántos muertos están poniendo los torcidos sistemas de salud pública que operan en algunos departamentos? ¿Cuántos niños perecen por falta de agua potable en innumerables municipios del país porque alcaldes y gobernadores impuestos por las maquinarias, se roban los recursos destinados al saneamiento?¿Cuántos colombianos sucumben cada día en medio de la violencia porque a los altos magistrados les importa un bledo que la Justicia sea ineficaz?Si de algo no puede tacharse a los integrantes de las Farc es de ser pendejos. Ellos saben que un Estado fundado en la politiquería y contaminado hasta los tuétanos por el sida de la corrupción, no se sostiene. Por eso les resulta atrayente meterse en esa casa apolillada para darle el empujón final desde adentro. No quiero ni imaginar como se frotarán las manos de alegría los tales comandantes al recordar las decenas de congresistas condenados, o al registrar escándalos como el que envuelve a la Corte Constitucional y deja mal parado al Fiscal General.Pero la solución no radica en evitar que la insurgencia llegue a la vida democrática, sino en impulsar un segundo acuerdo de paz. Esta vez entre los ciudadanos y los abusivos que se apropiaron de la política y la Justicia. El nuevo pacto tendría como objeto único lograr que aquellas sean refundadas a partir de principios irrenunciables como son la honestidad, la trasparencia y el buen desempeño.En el acuerdo de paz adicional suscrito por los ciudadanos de Colombia con la Justicia corrompida y los politiqueros, deben estipularse medidas perentorias para devolver la dignidad a los tribunales y al ejercicio de las funciones públicas. Por eso habrá que revocar a los magistrados de las altas cortes que no han dado la talla, así como a esos congresistas aficionados a los contratos y a los puestos. Al proceder de esta manera hay una consideración adicional y es que la nación del post conflicto no puede ser gobernada por los mismos parlamentarios y jueces que han venido destruyendo la institucionalidad. Mantener el protagonismo de esos personajes sería como pedirle a los ratones que se encarguen de cuidar el queso.El Presidente debe darse cuenta que el problema no es solo de personas, se relaciona ante todo con la deficiente organización del Estado, con la ausencia de controles, con la impunidad de los altos servidores. Entre tanto los ciudadanos debemos saber que sin este segundo pacto la paz será insostenible y podríamos terminar como Venezuela, país que no tuvo el coraje de purificarse a tiempo.