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Cosas de animales

Como especie que se supone superior, a los humanos nos correspondería hacer todo lo posible por el bienestar de los animales. Pero el asunto requiere buen criterio, sentido común, para sintonizar aquel propósito con las necesidades y derechos de nuestra raza.

24 de junio de 2018 Por: Antonio de Roux

Como especie que se supone superior, a los humanos nos correspondería hacer todo lo posible por el bienestar de los animales. Pero el asunto requiere buen criterio, sentido común, para sintonizar aquel propósito con las necesidades y derechos de nuestra raza. Veamos al respecto algunas situaciones que merecen reflexión:

-Hace dos o tres semanas un grupo que defiende a los animales manifestó su inconformidad por las cabras que son engalanadas con moños y gualdrapas en la zona del Saladito. Los propietarios de esos mamíferos son familias que a duras penas subsisten pastoreando rebaños por precipicios y breñas. Su sustento deriva de la venta de leche y quesos, y complementan el ingreso con propinas al permitir que los niños paseantes se fotografíen junto a los pequeños chivos.

En la situación descrita están enfrentados dos intereses respetables los cuales al final tendrán que convivir. Que las cabras sean engalanadas es asunto irrelevante para su integridad. Debe más bien asegurarse que tengan condiciones de exhibición adecuadas. Esto es con techo para protegerse de los rayos solares; agua suficiente; restricción para exhibir a los recién nacidos y prohibición de comercializar los ejemplares antes de la edad apropiada. Las pequeños crías no son juguetes y no deben ir a languidecer en el reducido espacio de una vivienda familiar.

-Recientemente el cura de un conocido templo católico ubicado en el norte de Cali se quejaba en el sermón dominical de que alrededor de la edificación han aparecido personas que se turnan en la noche para alimentar los gatos del sector. Como resultado el templo cuya arquitectura es abierta, huele fuertemente a las heces de los animales y el sagrario, imágenes y candeleros han tenido que resguardarse ya que los felinos después de ser alimentados inician un jolgorio de chillidos, jugarretas, y actividades reproductivas. Según dijo el sacerdote su legítimo intento de ahuyentar a los mininos terminó en amenazas de denuncio penal por el supuesto intento de maltrato animal.

La práctica de crear conglomerados artificiales de animales para hacerlos depender de personas que distraen así su tiempo o sus necesidades afectivas, debe acabarse. Ese sometimiento termina por afectar a las mismas criaturas y genera perturbaciones inaceptables para los humanos. Si estos ‘samaritanos’ felinos en verdad quieren ayudar a la especie, deberían colaborar con entidades serias y conocedoras como Paz Animal y su programa de adopciones.

-Hace pocos años unos malos ciudadanos se dieron a la tarea de traer al Valle y a Cali funestas especies de origen extranjero como el caracol africano y la rana coquí. Estas ranas no tiene enemigos naturales de manera que se vienen diseminando sin control por parques, jardines, alamedas y vecindades rurales. Como los ejemplares acostumbran cantar al unísono producen un estrépito insoportable, superior a los 65 decibeles, generan grave impacto ambiental y van camino de convertirse en problema de salud pública. Esto porque que el ruido intenso y continuado tiene efectos notables sobre la psicología y la estabilidad emocional humana, tanto que fue usado como método de tortura por la Gestapo Nazi y los militares golpistas del Brasil. Pueda ser que el Dagma, la CVC y la Secretaría de Salud Municipal actúen cuanto antes en este asunto que aún se puede controlar.

Sigue en Twitter @antoderoux