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Cali: remolino violento

No nos digamos mentiras: Cali afronta una grave crisis en materia de...

11 de julio de 2016 Por: Antonio de Roux

No nos digamos mentiras: Cali afronta una grave crisis en materia de seguridad. Ya no hablamos tan solo del número exagerado de homicidios y balaceras, que aquí atribuimos en buena medida a los “ajustes de cuentas”. Mientras aquella mortandad no cede, se están multiplicando los asaltos a transeúntes, restaurantes, discotecas, viviendas, comercios, etc., etc.Los atracadores montados en motos viajan orondos por calles y avenidas. La prohibición del parrillero se volvió ineficaz. Los hampones ya ni siquiera necesitan compinche que les sirva de pareja, han aprendido a valerse solos. Llegan cuando los automotores se han detenido en un semáforo y tras mostrar amenazantes una pistola se limitan a expresar discretamente: “si quiere vivir entrégueme todo lo que lleva”. Y olvídense de pensar que las cámaras de seguridad son la solución. Los malandros descubrieron cómo lidiar con ellas: ocultan sus cara tras una máscara o un casco; tapan las placas de sus vehículos y alteran sus características; actúan en aparatos alquilados. Hace ocho días fui atacado por un raponero mientras turisteaba a plena luz del día en la famosa playa de Ipanema en Río de Janeiro, donde a pesar de los Olímpicos poco se ha avanzado en el control de la inseguridad. Hasta ese momento la ciudad me había parecido encantadora, romántica vital. Pero a partir del incidente y aunque yo no lo quisiera de manera consciente, mis sentimientos y actitud cambiaron. Comencé a verla peligrosa, agresiva, indigna de ser visitada y menos aún habitada. Tuve claro que de ser empresario jamás desplegaría mis negocios en ese entorno.Menciono esta historia porque la administración de Cali ha lanzado entre otros, el programa ‘Cali 24 Horas’ para revitalizar y expandir los negocios nocturnos. También se viene buscando impulsar las actividades gastronómica y hotelera. En teoría tales emprendimiento crearían oportunidades laborales para jóvenes proclives a delinquir, disminuyendo así los índices de violencia. Pero hay que ser realistas. Si no somos capaces de proveer seguridad ciudadana en forma inmediata, lo propuesto quedará en el aire. Nadie va a venir a exponerse en Cali, ni va a salir de rumba en una ciudad donde la vida se juega en cada establecimiento público, en cada vía, en cada esquina. El problema de la seguridad caleña requiere una estrategia impostergable e integral. La crisis tiene que enfrentarse con medidas de choque. Estas comienzan por exigirle eficacia a la Policía. Para que se produzca tal eficacia esa fuerza tiene que ser más cercana a los ciudadanos, merecer su confianza y su colaboración. Debe tejer junto a los habitantes redes de información con cobertura en todo el territorio y hacer mayor presencia. Adicionalmente es necesario fortalecer las actividades de captura y judicialización, asunto que sería favorecido con un sistema adecuado de recompensas. Y ojo, la evaluación de los comandantes responsables y de los funcionarios civiles a cargo debe hacerse a rajatabla y en forma permanente. En resumen: las iniciativas de carácter social orientadas a combatir la delincuencia son solución verdadera en el mediano y en el largo plazo. Pero el tiempo apremia. El uso racional de la fuerza pública tiene el turno inmediato para sacar a los caleños del remolino violento en que se encuentran.