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¿Sueño o pesadilla?

El Banco WWB, antiguo Banco de la Mujer, que empezó con el sueño de un grupo de mujeres en la ciudad de Cali, entre ellas Clara Serra, para ofrecer microcrédito a mujeres de escasos recursos, hoy se transforma en el Banco W, no por ‘women’ o mujer, pues parece que su misión de ayuda fue secuestrada para convertirse en un otro elemento de enriquecimiento dentro de la economía del intercambio.

21 de julio de 2017 Por: Angela Cuevas de Dolmetsch

El Banco WWB, antiguo Banco de la Mujer, que empezó con el sueño de un grupo de mujeres en la ciudad de Cali, entre ellas Clara Serra, para ofrecer microcrédito a mujeres de escasos recursos, hoy se transforma en el Banco W, no por ‘women’ o mujer, pues parece que su misión de ayuda fue secuestrada para convertirse en un otro elemento de enriquecimiento dentro de la economía del intercambio.

El Banco de la Mujer comenzó como fundación en 1980, financiando sus operaciones con donaciones de las mismas fundadoras. En ese entonces no había sueldos estrafalarios ni viajes, pues las directivas donaban sus recursos y su tiempo. El primer microcrédito se hizo con la red del Women’s World Banking y como fundación trabaja bajo el liderazgo de ellas. Su misión fue apoyar a personas de escasos recursos para mejorar su calidad de vida. Creció como fundación y sus utilidades se invirtieron en proyectos de ayuda social.

En el 2011 tuvieron la nefasta idea de convertirse en banco. Los fondos de ayuda se invirtieron en ladrillos y construyeron su propia sede. Al ser banco, desaparecieron las mujeres de la Dirección. Las fundadoras salieron sin agradecimiento ni medallas, fueron remplazadas por hombres, algunos abandonados por sus madres, ignorantes de la misión de ayuda y con una ética de enriquecimiento y atropello muy distante del sueño que se habían forjado las fundadoras.

Con costos financieros entre el 40 y el 47% al año, que en otros países se considera usura, el microcrédito le ofrece a este banco utilidades que lo pone entre los negocios más rentables de Colombia, pero cuyo efecto en las usuarias es la bancarrota y la imposibilidad de crecer. Muchas de las clientes no saben qué tasa pagan, sólo se dan cuenta que trabajan para cubrir costos financieros y que esa semi esclavitud puede ser el futuro para el resto de sus días.

La Fundación WWB es la mayor beneficiaria, pero ante la falta de doliente, las utilidades se invierten también en ladrillos para uno de los edificios más lujosos de la ciudad, mientras que el apoyo a las mujeres se limita a cursos de los tantos que proliferan en Cali sobre liderazgo, emprendimiento, aulas virtuales, y cuya inversión es mínima. Todo menos ética, pues esta se perdió cuando las mujeres dejaron en manos de algunos hombres el manejo de su sueño. Es una vergüenza que casi no haya mujeres en los puestos de toma de decisiones del W.

Ahora dicen querer enfocarse en el ‘gota ahorro’ reduciendo los riesgos de los préstamos gota a gota pero con la misma filosofía de extraerle la sangre a los más pobres. También planean viviendas productivas, como algunas experiencias de ecoaldeas que, con costos financieros del 47%, es difícil que un negocio salga adelante.

Nuevamente las mujeres permitimos que los hombres nos arrinconen y conviertan nuestros sueños en una pesadilla sin reconocimiento.

Sigue en Twitter @Atadol