El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Dos ejércitos, un destino

En este año del Bicentenario del Grito de Independencia se agolpan en...

5 de julio de 2010 Por: Álvaro Valencia Tovar

En este año del Bicentenario del Grito de Independencia se agolpan en la memoria las grandes cosas que configuran el itinerario apasionante hacia la libertad. Revive el paso del Arauca por el Ejército de Bolívar para unirse en Pore con el que Santander formó con los grupos dispersos en fuga de la Noche del Terror, establecida por Pablo Morillo. No era la primera vez que granadinos y venezolanos emprendían unidos el grandioso empeño. En 1812 Bolívar llegaba a Cartagena, náufrago del desastre de la Primera República, con la pérdida de Puerto Cabello como único aval de su heredado título de Coronel del Regimiento Blancos de Aragua. La Ciudad Heroica le abrió sus poternas, lo incorporó al ejército que al mando del francés Labatut atacaría a la Santa Marta realista. De allí saltó a la fulgurante Campaña Admirable de 1813, con los generosos aportes enviados por Camilo Torres desde Tunía y Antonio Nariño desde Santafé.De Pore, precedido por la División de Vanguardia organizada por Santander con los batallones Cazadores y Primero de Línea y la Caballería Guías de Casanare, que tomando el trincherón de Paya abrió el camino a la Campaña Libertadora de la Nueva Granada, comenzando la era de las grandes victorias. Dos patrias, del ejército, trazaban un mismo destino de gloria y libertad.Para quien esto escribe, la fraternidad con los militares venezolanos ha sido una razón de servicio, dentro del convencimiento de que Bolívar no se equivocó, cuando en la Carta de Jamaica y el Manifiesto de Cartagena columbró un destino común que sus contemporáneos, a excepción de Sucre, no supieron entender. Superando la retórica, en el comando de la Quinta Brigada en Santander estableció fraternas relaciones con la Primera División en el Estado del Táchira, que se estrecharon hasta lograr colaboración en asuntos fronterizos comunes. Luego en el Comando del Ejército, con la fortuna de que, al mismo tiempo, asumía en Caracas el mando del Ejército el general Manuel Bereciartu Partidas, quien en nuestra Escuela de Infantería cursó estudios para ascenso a capitán, cuando yo me aprestaba para partir a la Guerra de Corea. Nuestra amistad halló en ideales compartidos total realización.En visita a Caracas en horas de tensión vecinal, la carátula de la revista Elite en grandes caracteres señaló: “Cuando los generales se abrazan es porque no habrá Guerra”. Y cuando el mandato Claro puso fin a mi carrera, en llamada desde Caracas me dijo Manuel: “Contigo pierde mi Ejército uno de sus más queridos y apreciados generales. Tú sabes, Álvaro, que tu nombre está grabado en letras de oro en el escalafón militar de mi patria”. ¿Ejemplo para Chávez...?