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Colprensa, 30 años

“Que el tiempo pasa, que pasa el tiempo, dicen algunos con triste...

10 de octubre de 2011 Por: Álvaro Valencia Tovar

“Que el tiempo pasa, que pasa el tiempo, dicen algunos con triste acento…”, dice Carlos Villafañe en su bello poema y más adelante concluye “somos nosotros los que pasamos como las sombras de los camellos en el desierto”. Algo así me ocurre ante los 30 años de la agencia de prensa que tantos servicios le ha prestado al periodismo nacional. La vi nacer, hija de la desaparecida Promec (Promotora de Medios de Comunicación).Colprensa funcionó inicialmente en una casa del barrio La Merced, a dos cuadras de las sede de Promec. Allí se inauguró con asistencia de los directores de los diarios afiliados. Dirigía yo la revista del Pensamiento Colombiano Arco. Que con el Correo de los Andes, de Germán Arciniegas, eran las únicas publicaciones regulares en su género. En cierta medida contribuí a su creación, pues Humberto Arbeláez, presidente de Promec, y Jorge Yarce tuvieron la deferencia de incluirme en el proyecto creativo.De una columna semanal que escribía yo para El País, pasé a escribir para todos los diarios afiliados que quisieron acogerla en sus páginas de opinión, placer que aún me doy, ahora quincenalmente, para darles mayor cabida a los escritores regionales, lo que me parece más que justo.Estas circunstancias me hicieron retroceder en el calendario recogiendo recuerdos de estos decenios colmados de acontecimientos que hicieron historia. El “parece que fue ayer” se repite a cada instante reviviendo recuerdos, el programa Revivamos Nuestra Historia, de Eduardo Lemaitre, en el que se designó al célebre historiador cartagenero como asesor en la vida heroica del general José María Córdova, héroe en las cargas gloriosas de Pichincha y Ayacucho que definieron las batallas finales de la independencia de Ecuador y Perú, con la Escuela de Infantería como apoyo.A pesar de la densidad de los sucesos, el “parece que fue ayer” sigue gravitando en la memoria. Promec desapareció, con lo cual Arco se tornó insostenible. No es fácil que una revista del pensamiento e índole cultural subsista con los ingresos de una publicidad esquiva. Así murió el Correo de los Andes de Arciniegas; Arco, desaparecida su base logística de oficina, teléfonos y servicios, dirigió una carta a presidentes y gerentes de las mejores empresas del país, explicándoles la importancia de que nuestra revista llegara como pausa refrescante a sus escritorios y hogares. Sólo tres aceptaron pagar la suscripción y pautar tres veces al año. Otras, firmadas por jefes de relaciones públicas, declinaron. Las más, no se tomaron la molestia de responder, con lo cual Arco desapareció del panorama cultural.