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Bogotá, ejemplo desastroso

Lo acaecido en la capital de la república con su burgomaestre, no...

27 de enero de 2014 Por: Álvaro Valencia Tovar

Lo acaecido en la capital de la república con su burgomaestre, no es un hecho único. Por el contrario. Ocurre a diario en otras urbes, pero no logra una resonancia comparable, tanto por el alcalde con su turbulenta historia política, como por tratarse de la capital del Nuevo Reino de Granada hoy república de Colombia, donde el mundo tiene fija la mirada con su proceso de paz.Lo que conturba el ánimo y lo deprime, es el aniquilamiento de los valores éticos que se registra, o mejor hace eclosión con el caso bogotano en estos últimos años, después de habernos distinguido tradicionalmente como herencia muy preciada de nuestra patria histórica. (Ortega y Gasset).El cuadro del burgomaestre aferrado al cargo para utilizarlo en su propia defensa, cuando la renuncia inmediata era la única respuesta a la hecatombe desatada por ineptitud, imprevisión e irresponsabilidad, tiene más indignadas que sorprendida a la ciudadanía. El cinismo con que se invita al pueblo ignorante y a los miles de desempleados capitalinos a realizar desfiles y manifestaciones de “respaldo” es un llamado irresponsable de la lucha de clases, con la oligarquía, vocablo prestado junto al grito a la carga, cuyo eco ominoso evoca la tempestad de odio e ira que acompañó el acto de locura que redujo a escombros la capital de Colombia un funesto 9 de abril, ante el infame magnicidio anónimo que partió en dos nuestra existencia republicana.Dios quiera que el funesto ejemplo de nuestra Ciudad del Águila Negra, la Atenas Suramericana de mejores días, sirva para condenar el alarido primitivo que incita a la violencia con miras electorales. Somos un pueblo pasional. Esta condición étnica debe manejarse con extrema delicadeza por la clase dirigente en todas las actividades públicas y niveles socioeconómicos. Que sesenta años de conflicto armado y un siglo de contiendas civiles, que han retardado el progreso y dilapidado los recursos naturales que la Providencia prodigó a nuestro hábitat, hallen en nuestra presencia educacional el poder requerido para realizar el gran propósito de engendrar una nueva patria.