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Una derecha parlante

Me llama la atención observar a muchas personas que protestan o manifiestan...

19 de marzo de 2014 Por: Alberto Valencia Gutiérrez

Me llama la atención observar a muchas personas que protestan o manifiestan su alarma por la situación del país cuando perciben que existen desacuerdos entre los grandes poderes (el caso Petro o la fallida reforma de la justicia), cuando aparecen movimientos sociales en las calles de grupos y gentes que reclaman sus derechos (los paros agrarios recientes) o cuando se presenta un resultado como el de las últimas elecciones, para solo citar tres ejemplos. La expresión que más se utiliza es “este país está desencuadernado” y al “borde del abismo”. Pero si nos ponemos a pensar con más detenimiento podemos llegar exactamente a la conclusión contraria.El desacuerdo y la controversia no son necesariamente signos de disolución. Por el contrario, representan factores creativos y enriquecedores de la vida colectiva, como bien lo expresan los mejores autores del liberalismo. Que existan discrepancias entre las altas cortes o entre las cabezas de los grandes poderes es un indicativo claro de que Colombia, a pesar de la violencia y del conflicto, conserva un margen de democracia importante y significativo. Que la gente se movilice por sus derechos es una manera de ganarle a los violentos que pretenden convertirse en portavoces de las necesidades populares y copar los espacios democráticos. La composición del nuevo Congreso constituye también un paso adelante muy importante por esta misma vía de la controversia democrática. Contamos en este momento en el Senado con la presencia de grandes figuras que representan puntos de vista opuestos y contradictorios: Uribe, Serpa, Navarro, Robledo, Claudia López, para sólo citar unos pocos. Y lo que se avecina es el regreso de los grandes debates en el parlamento que, así estén atravesados por mezquindades y oportunismos, le van a dar vida a la política en Colombia. El ejecutivo tendrá un sistema de controles más estricto que el que se puede esperar de una mayoría de parlamentarios a su favor. Los 19 senadores de la derecha, independientemente de que nos gusten, son la expresión de que en este país existe un porcentaje muy alto de la población alineada a la derecha y por eso es bueno que se exprese. La derecha, que en otros momentos funcionaba a la sombra, y que en muchas ocasiones se ha manifestado a través de actos oscuros y no de palabras, tiene que convertirse ahora en una derecha parlante. Van a tener la posibilidad de expresar sus puntos de vista, pero ya no en la forma de un monólogo (como los discursos de Uribe) sino que se van a ver en la obligación de escuchar y debatir las opiniones de sus contradictores.La pregunta que debemos hacernos siempre que observamos crisis, debates o movilzaciones populares es por el tipo de país que queremos. No queremos una dictadura, que anule el juego de la política; ni un país atravesado por una violencia (guerrillera o paramilitar) que cierre los espacios de la democracia. Pero tampoco queremos un país sometido a la arbitrariedad de un caudillo, forzado a la unanimidad o al acatamiento pasivo. Queremos un país en el que haya espacio para la expresión de los movimientos sociales (no violentos), en el que los poderes públicos sean verdaderamente independientes y se fiscalicen mutuamente. Pero sobre todo un país en que se respete por sobre todo la libertad de expresar el desacuerdo, sin que por ello se ponga en juego la vida de los detractores y donde nadie se asuste porque no haya unaninimidad. Si comparamos la actual situación con la “guerra sucia” de la segunda mitad de años 1980 podemos concluir que algo hemos avanzado.