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Pedagogía de la paz

El posconflicto, esa forma optimista de referirse a lo que ocurriría después...

3 de septiembre de 2014 Por: Alberto Valencia Gutiérrez

El posconflicto, esa forma optimista de referirse a lo que ocurriría después de terminadas las negociaciones de paz, trae consigo una serie de exigencias de las que no somos aún suficientemente conscientes. En primer lugar, representa muchísimos costos hasta el punto de que podríamos decir que la guerra es más barata. En segundo lugar, la desaparición de los grupos armados abre la posibilidad de que irrumpan un sinnúmero de movimientos sociales, a cuyas demandas este país no se encuentra acostumbrado. Las guerrillas han copado los espacios de expresión popular y se han convertido, a lo largo de todas estas décadas, en uno de los grandes obstáculos para la construcción de una sociedad verdaderamente democrática y en las principales responsables de la “derechización” de las “buenas gentes de bien” de clase media. El odio (justificado) que se siente por estas agrupaciones es la materia prima que alimenta las ansias de un Estado autoritario.Sin embargo, la principal exigencia que traería un posconflicto es la necesidad de cambiar las mentalidades de las gentes de este país con base en una verdadera pedagogía de la democracia. Aún no entendemos bien cuál es el verdadero significado de la palabra y no somos conscientes de lo que representa en el mundo contemporáneo. Hoy en día existen muy pocos países en el mundo que no se reclamen tributarios de ella. Durante los últimos cuarenta años el número de regímenes democráticos se ha multiplicado en Europa, Asia y África; los antiguos países socialistas que dependían de la Unión Soviética han optado por este régimen; en América Latina las dictaduras fueron sustituidas por gobiernos libremente elegidos a pesar de la diversidad de su orientación. Se podría decir, incluso, que desde los años 1970 hasta el momento actual, la democracia ha hecho más avances en el mundo que durante el siglo y medio anterior a esta fecha.La idea que tiende a predominar hoy en día es que el cambio social sólo es posible realizarlo en el marco de unas instituciones democráticas. La democracia es considerada como el espacio por excelencia para la creación de una nueva sociedad. Ya pocos piensan que sea factible llevar a cabo las grandes transformaciones que reclama a gritos la sociedad contemporánea, negando las libertades políticas o desconociendo la iniciativa y la participación de las gentes. Ya pocos se hacen ilusiones con respecto a las posibilidades de un régimen militar o de un gobierno revolucionario, dictatorial y totalitario. El proyecto político contemporáneo se establece sobre la base del consenso de que la realización de los grandes cambios económicos y sociales, y la solución de los grandes problemas de la pobreza, el desempleo y la marginalidad, sólo se puede alcanzar en el marco de una “sociedad abierta” y de un régimen político democrático, en el que los gobernados elijan a los gobernantes, se de participación a todos los sectores sociales, exista una amplia gama de libertades políticas y de expresión que permitan la controversia y el debate público, y el poder se establezca sobre la base de controles.Los comunicados de los grupos guerrilleros dan a entender que sus miembros conservan una mentalidad autoritaria, totalitaria y excluyente, de corte estalinista. Pero cuando cambiamos de orilla nos encontramos con fenómenos similares en las mentes ingenuas que siguen creyendo en los “mesías salvadores”, en los grandes caudillos y en los regímenes totalitarios. La labor de una columna de opinión, en el marco de un utópico pero posible posconflicto, debería consistir en hacer una pedagogía de la paz, es decir, una pedagogía de la democracia. Ardua tarea, pero necesaria e indispensable.